Respect

Tras varios proyectos televisivos en series, Liesl Tommy y Tracey Scott Wilson se enrolan en su primer largometraje como directora y guionista respectivamente.

La aventura no es de poca monta, pues recoge el nacimiento y crecimiento como artista y como ser humano de Aretha Franklin, una de las mejores voces de la historia de la música que tuvo una existencia agitada y cargada de problemas.

La estructura escogida por ambas cineastas, así como el montaje, despliega la trama en un orden cronológico, con fugaces flashbacks que se comportan como acotación y compleción de un suceso o explicación de un conflicto.

Esta apuesta convierte Respect en un biopic con una convencional puesta en escena, que sí juega con las texturas de las imágenes para recrear grabaciones televisivas del momento (en lugar de recurrir a imágenes de archivo, algo que solo sucede en la coda final).

La narración parte, con acierto, de los hechos más traumáticos que ocurrieron en su infancia, con lo que configura una de esas biografías de artista atormentada. Y de nuevo, también aquí, asistimos a la ruptura interior y exterior de la protagonista. No obstante, en el caso de Aretha no fue la música quien la fracturó emocionalmente, sino los abusos y las pérdidas tempranas. De hecho, la misma música y la fe fueron las que la sacaron de sus peores baches.

El relato de Tommy y Scott Wilson destaca la importancia de liderar la propia vida y no dejarse achantar por la violencia, venga de donde venga. Se habla de los abusos en la infancia y de los abusos en la edad adulta, e incluso de la necesidad de crecer y despegarse de la sombra de un padre que también quería controlar su carrera.

La fuerza de las canciones impulsa y entretiene para aligerar un metraje excesivamente largo. En ese marco,  Jennifer Hudson –que saltó a la fama como finalista de American idol en 2004 y, en 2006, por su rol en Dreamgirls y que fue escogida por la misma Aretha para interpretarla– nos permite disfrutar de su voz.

Firma: Lourdes Domingo