La obra de Jorge Dorado intenta elaborar un retrato del tráfico de humanos en una película con un guion plano y sin un gran desarrollo de personajes, pero que gana mucho gracias a las escenas de acción.
Objetos se presenta al espectador como un thriller que prefiere concentrar su intensidad en la acción en lugar de en la intriga. Mario es un personaje que refleja a la perfección el estereotipo de hombre misterioso y reservado. En el intento de complicar su figura, se le intenta dotar de un pasado perturbador que se vuelve previsible en el momento en el que se empiezan a mostrar sus conductas tóxicas. Además, los silencios en sus diálogos pueden llegar a parecer excesivos.
Las actuaciones pueden parecer extrañas, se aprecia una ligera falta de química entre Álvaro Morte y Verónica Echegui, pero es una sensación que se va diluyendo a medida que el largometraje avanza. Mario y Sara, el dúo principal –interpretados respectivamente por Álvaro Morte y Eugenia Suárez–, son los únicos que se llegan a desarrollar y la relación romántica que surge entre ellos es forzada y puede recordar bastante a aquello de “el roce hace el cariño”. Por otra parte, Helena (Verónica Echegui), presentada inicialmente como protagonista, pasa a un segundo plano de forma repentina y existe únicamente como recurso para contar el pasado de Mario y servirle como apoyo cuando se llevan a Sara. También hay diversos secundarios, de los que no conocemos ni su nombre, que ejercen un rol de gran importancia. Como el líder de la banda, cuya historia no se llega a desarrollar en ningún momento, pero tiene mucho peso en el acto final del relato. Esto no se debe a la duración de la cinta, sino a la organización del guion.
La estructura de la obra también se ve afectada por ello pues, aunque es estable, está desequilibrada. El arco de introducción y la presentación del conflicto son muy sólidos, conocemos a los personajes y sus motivaciones. El problema llega en el final abrupto, que pierde coherencia.
La temática central es el tráfico de personas y bebés a raíz de las redes de prostitución y, por ello, se puede entender la pieza como una denuncia, aunque no ejerce un discurso explícito.
Objetos, a grandes rasgos, es una propuesta bastante lineal, con localizaciones reflejo de un Madrid actual, que no destaca especialmente. Aun así, atrapa y no se hace larga. Las escenas de acción y lo bien pensado que está el plan de Mario acumulan gran parte del encanto de la película, cuyo estilo se asemeja más al de una serie.
Firma: Gerard Casado
Mario trabaja en la oficina de objetos perdidos. Allí invierte su tiempo en descubrir el origen de estos y repararlos, para devolver a sus dueños un pedazo de su vida. Su pasado le hizo decidir alejarse de las personas, el único contacto cercano es con su compañero de oficina y Helena, una joven policía que le lleva las piezas.
La vida de Mario dará un vuelco en el momento en que recibe una maleta extraviada en el fondo del río. Dentro, encuentra restos humanos junto a otras pertenencias de bebé que le llevarán a encontrar su procedencia. Eventualmente, se topará con Sara, quien está envuelta en una organización de tráfico de personas.
