Napoleón

Ridley Scott ofrece un acercamiento a la figura de Napoleón Bonaparte desde su paulatino ascenso al poder tras el fin de la Revolución Francesa, hasta su confinamiento y deceso en la isla de Santa Elena. En toda la sucesión de grandes acontecimientos en torno a la figura del emperador, Scott aboga por elevar su carácter casi legendario y apuesta por ciertas licencias ficcionales en favor de entretener al espectador.

Las grandes dimensiones de los escenarios filmados y el tiempo abarcado en el relato, así como el diseño musical casi operístico –y grandilocuente– y ciertos momentos de cámara lenta, marcan definitivamente el carácter épico de la película. Ese monumental despliegue narrativo y formal es, a su vez, su punto débil. No solo se hace larga en ocasiones y superficial en algunos otros puntos, sino que la reducción en la duración del metraje final –el corte definitivo de casi cuatro horas solo se podrá ver en plataformas– se hace evidente y torpedea cierta cadencia narrativa. Así pues, no se acaba de resolver si ese recorte juega más a su favor o en su contra.

Sin disponer de grandes momentos donde brillan ni ser grandes revelaciones, las actuaciones protagonistas de Joaquin Phoenix y Vanessa Kirby son uno de los grandes atractivos que lo sostienen todo. A través de sus correspondencias epistolares en voz en off, que van conectando los distintos capítulos del film, la relación entre ambos personajes se convierte en crucial. La historia de poder, nacionalismo y patriotismo imperialista narrada se convierte también en un relato de amor que perdura hasta la caída en desgracia del emperador Bonaparte.

Firma: Yoel González