Esta entrega de Misión imposible cuenta con las suficientes escenas espectaculares como para disfrutar de la acción. No obstante, la pobreza del guion en su segunda parte deja mucho que desear.
Era realmente una misión imposible igualar, no digo ya superar, la perfección alcanzada por McQuarrie y su equipo con la entrega anterior, Misión imposible: Fallout con su prólogo Misión imposible: Nación secreta. Por eso, creo que a nadie ha podido sorprender el bajón que se experimenta al poco de empezar esta última, por ahora, película de la saga. Lo que yo no me esperaba es que cayese tanto en su segunda mitad, pasada la estancia en Venecia, prolongando la agonía hasta concluir sus más de dos horas y media de duración. Expuesta la línea general de mi análisis, explico a continuación el porqué de mi decepción (vagamente por necesidad, por no desvelar nada de esta trama a la que solo faltaba revelar las escasas sorpresas que tiene).
Vaya por delante que Misión imposible: Sentencia mortal -parte 1 (la longitud del título no presagiaba nada bueno) sigue siendo la mejor opción para disfrutar a lo grande de un film de acción en la gran pantalla (y en pantalla pequeña). Tiene suficientes secuencias espectaculares, de cortar la respiración, cargadas de adrenalina y salpicadas con constantes gotas de humor, para estar pegado al asiento y evadirse de los problemas que se tuvieran al entrar. Quizá por eso, y por la comparación con su predecesora, choca tanto la pobreza y simplicidad del guion actual.
Desde que conocemos a Ethan Hunt, nos sentimos atraídos, paradójicamente, por su vulnerabilidad. Era un aguerrido agente secreto que necesitaba a su equipo, quienes no solo le ofrecían la logística imprescindible para sus heroicidades personales sino que cumplían la función humorística con la que aliviar las tensiones y atraer a más público. El dúo Benji-Luther (Simon Pegg y Ving Rhames), sobrevive ahora con escasez de metraje y ve reducida su importancia en favor del irritante y tontísimo nuevo personaje femenino, la exasperante Grace (Hayley Atwell). Que su cerrazón mental haya desplazado a la enigmática Ilsa Faust (Rebecca Ferguson) es explicación suficiente de la deriva mediocre que ha emprendido la saga. Desinflando a sus ayudantes, se desinfla también el propio protagonista, cuyos sentimientos solo quedan para traumas del pasado convirtiéndose ahora en un idílico adalid de la fraternidad universal.
Más dramático, aún si cabe, resulta el reblandecimiento de los malvados, necesarios para ensalzar al héroe. En la segunda mitad de la cinta vemos cómo desaparece la malvada inteligencia de la Viuda Blanca (Vanessa Kirby), el antiguo villano (Esai Morales) parece un mero títere de la IA y los ambiguos y poderosos jefes de la CIA muestran muy poca de esa inteligencia que aparece en las siglas de la agencia.
En definitiva, Misión imposible: Sentencia mortal – parte 1 queda reducida a unas cuantas habilidosas escenas de acción: la persecución en Roma, la pelea en el callejón o la última del tren, que, sin la elegancia de otras de largometrajes anteriores, son suficientes para divertirse durante más de dos horas.
Firma: Esther Rodríguez
Ethan Hunt y el resto del equipo de Misión imposible luchan contra un enemigo virtual que ha contaminado las comunicaciones de todas las agencias de Inteligencia. Además, Ethan se encontrará con un antagonista de su pasado.
