Mi amigo pony

Mi amigo pony se podría resumir como máximo exponente del cine francés; una francesada, con palabras vulgares. Eso no es para nada malo –a no ser que, de entrada, no te guste este tipo de cine–, sino que el dulce aroma de la lavanda que cubre extensiones infinitas de campos, a veces interrumpidos por majestuosos y maravillosamente conservados chateaus, te abrazará todo el filme. Todo ello acompañado por una banda sonora protagonizada por una mandolina y, de por medio, un drama amoroso soft.

La protagonista destaca por su inconsciencia maquillada con valentía y es el vehículo que usa Vanier para introducir una de sus moralejas: el veganismo. Raro parece, pero la pieza esconde un trasfondo muy crítico con el uso de animales en el circo y, en general, en todos los sitios donde no se les trate como uno más. Introduce otros temas polémicos que acicala con un lenguaje afable y logra, así, que pase desapercibido: un buen ejemplo es cómo Louise le enseña a conducir a su primera amiga del pueblo porque su marido nunca le ha dejado sacarse el carné, “pues no es cosa de mujeres”.

Cómo no, no podían faltar los dos personajes ridículos que actúan a modo de payaso, ya recurrentes como Hernández y Fernández en Tintin, Billy y Nick en El becario, o Timón y Pumba en El rey león; en este caso son dos agentes de policía muy desastrosos.

Todos estos ingredientes, a una cocción idónea (pues la película no peca de hacerse larga), traen un plato estupendo para una tarde perezosa en el sofá. Para mayores y jóvenes, crítica social con un tono jovial y un argumento ligero.

Firma: Roi Iturregui