Un biopic sobre la autora de Frankestein que pone de relieve las luces y sombras del sentimiento romántico. Lúcido en varios momentos y convencional y frío en otros tantos.
La presencia de Haifaa Al-Mansour como directora de una película sobre Mary Shelley, una joven que escribió todo un clásico con dieciocho años, es algo bastante congruente. Al-Mansour no solo es la primera cineasta de Arabia Saudí, sino que su debut con La bicicleta verde, además de ser también el primer film rodado en el país, era una divertida y dramática visión de la mujer en un mundo dominado por hombres.
Esta tesitura no se traslada literalmente a su segundo largometraje, pero sí que late, en el segundo centenario de la publicación de Frankenstein, en una trama donde se plasman los distintos raseros que se usaban para lo profesional y personal según se fuera hombre o mujer.
De hecho, en lo que sí es manifiestamente coherente es en la plasmación del sentimiento romántico trágico: ese saborear la propia tragedia, incluso buscarla en el libertinaje y obtener en ese territorio la inspiración; remover el propio interior a través de los paisajes y naturalezas brumosas, convulsas y tormentosas; encontrar algo que contar en la exaltación de sentir el descontrol, el abandono y la decepción frente a una vida dominada pero insulsa; el ateísmo soberbio y supuestamente liberador de una serie de convenciones, pero no ligado a una propuesta racionalista o alternativa; y otra serie de peajes como las drogas, el deambular entre el lujo y la miseria o la seducción por lo científico (galvanismo) que tonteaba con los límites intramundanos.
Para colorear todo esto, Haifaa Al-Mansour y Emma Jensen emplean con éxito frases de la obra de Mary Shelley, así como la nostalgia de la madre como motivo de fascinación y génesis del deseo de revivir a los muertos. Y tanto la fotografía como la dirección apoyan esa ventisca dramática.
En este sentido, desde luego que algunos aspectos están mejor resueltos que otros, como la necesaria experiencia del dolor para crear. Incluso hay algún momento –el pasaje donde la protagonista le dice a Lord Byron “cuando hacemos elecciones hay consecuencias”– que podrían haber salvado el film de esa decepcionante máxima (de mínimos) que proclama la falsa antítesis de que es mejor ser una desgraciada y vapuleada en la autoestima, como consecuencia de haber asumido un riesgo moral, que una persona aburrida por buscar el orden.
Firma: Lourdes Domingo
Mary Wollstonecraft Godwin es huérfana de madre e hija de unos padres que abanderaron unas posturas ácratas para la época. Su pasión por la lectura y su cada vez más intenso sentimiento poético confluyeron en su encuentro con Percy Shelley. Ambos iniciaron una vida que encajó totalmente en los cánones del poeta romántico.