Este drama, con toques de comedia negra, ofrece una propuesta original que rompe esquemas y aborda temas profundos desde una escena cotidiana. Aun así, desconcierta demasiado y deja huellas incómodas.
Mario es una de esas películas que descolocan desde el primer momento: entras con una idea clara y sales con otra completamente distinta. La mayor parte de la acción transcurre en un único escenario: el hogar familiar de Antònia, la protagonista. Desde ese espacio aparentemente cotidiano se va construyendo un humor inquietante –enmarcado en la comedia negra– que, poco a poco, se transforma en drama.
A medida que avanza la celebración, comienzan a aflorar contradicciones sobre Mario, el cumpleañero y pareja de Antònia. Primero se presenta como un médico, pero luego esa certeza se tambalea; se habla del perro de la familia, pero se insinúa que en realidad fue robado; cuida al sobrino de Antònia, aunque surgen sospechas sobre sus verdaderas intenciones. Mario es, en apariencia, el cuñado, tío y pareja ideal, pero las piezas no terminan de encajar. Así, la reunión festiva, llena de globos y velas de cumpleaños, deviene en un ambiente cargado de sospecha, gritos, incomodidad y distancia entre familiares y amigos, todos expectantes por la llegada de Mario.
El metraje no es un prodigio técnico ni narrativo, pero sí logra algo poderoso: incomodar y obligarnos a reflexionar sobre temas profundamente humanos. La doble vida, las mentiras encubiertas, los traumas de la infancia y la construcción de identidades falsas son ejes centrales que atraviesan la historia. A su vez, las dinámicas familiares se convierten en un espejo que revela más de lo que se expresa abiertamente.
En suma, Mario no es un título comercial, sino una propuesta original que destaca por su capacidad de desestabilizar, sembrar dudas y dejar huellas incómodas. Su final abierto invita a múltiples interpretaciones y deja un eco inquietante que acompaña mucho después de que termine la proyección.
Firma: Rocío Montuenga
Antònia prepara una fiesta sorpresa para celebrar el cumpleaños de Mario, su pareja. Mientras los invitados van llegando —entre ellos sus amigos y un supuesto compañero de trabajo de Mario—, el ambiente festivo empieza a transformarse. Conversaciones aparentemente inocentes sacan a la luz detalles contradictorios sobre la vida de Mario, que no terminan de encajar. Lo que comenzó como un encuentro alegre se convierte en un espacio repleto de miradas confusas que ya no son tan confiadas. La imagen idealizada que tenían de Mario comienza a tambalearse.