Lur y Amets

Es difícil definir la sensación que se va teniendo conforme avanzan los minutos de Lur y Amets. Estupor y desconcierto, con progresiva tendencia hacia la indignación, puede ser lo que mejor describa la reacción del espectador ante esta curiosa obra.

Con una animación clásica, sin grandes efectos y de estética muy infantil y tradicional, conocemos a los niños protagonistas de la película. Su abuela tiene la buena y feliz idea de hacerles usar la imaginación para divertirse sin necesitar el ordenador y, de paso, conocer la Historia, algo fundamental para cualquier persona. A partir de ahí, todo empieza a torcerse. El guion sitúa a Lur y Amets en diferentes momentos del pasado (cavernas, Roma, Edad Media…) escogidos y narrados en clave de lucha violenta y plagados de anacronismos y errores científicos. Se recurre y justifica constantemente la violencia y su discurso político contemporáneo se camufla con muy poco éxito dejando clara la intención de denunciar una situación actual.

No se trata, por tanto, de un loable y necesario vehículo para comprender el pasado y analizar las causas y consecuencias de los sucesos que han traído a nuestra sociedad hasta el presente, sino una utilización maniquea y reduccionista de unos hechos que no se explican ni aclaran de ninguna manera.

Realmente no habría nada que objetar en ello: cada uno utiliza el cine para lo que quiere. Sin embargo, este film no acierta con el mínimo de coherencia entre el fondo y la forma necesario para darle el aprobado. El tono excesivamente didáctico ralentiza la acción y aumenta las posibilidades de aburrimiento y, sin embargo, los constantes errores y ausencia de datos y explicaciones hacen que no valga siquiera como documental educativo.

Por otro lado, un doblaje cercano a la ñoñería unido, como comentaba en un principio, a una estética excesivamente infantil, chocan irremediablemente con el gusto de los protagonistas por las pedradas, las emboscadas o los fuegos de venganza.

Lur y Amets tendrá su público, supongo. Pero, como corresponde a una propuesta tan reduccionista, dudo que soporte un visionado fuera de las tierras a las que quiere homenajear.

Firma: Esther Rodríguez