Los pasajeros de la noche

El realizador francés Mikhaël Hers escribe y dirige Los pasajeros de la noche para conducirnos a través de las vidas de una familia rota y un país que iniciaba un nuevo rumbo político. Toda la historia de Elisabeth, Matthias, Talulah, Vanda o la propia Francia, está teñida de nostalgia de un pasado que parece seguir pasando factura y del que no se sabe si alegrarse o seguir temiendo sus consecuencias.

La estructura en tres momentos de la década de los 80 no parece necesaria pues apenas tiene repercusión en las vidas de los protagonistas y le da un toque de crónica documental que no casa con el tono general del film. Más acertada es la inclusión de vídeos domésticos o grabaciones de informativos (aparentemente) que sí aportan calidez y cercanía y nos ayudan a retroceder a un pasado no tan lejano para la mayoría de los espectadores.

La película, no obstante, acusa una lánguida falta de tensión, sobre todo pasada la primera media hora. El relato va deslizándose cada vez con menos fuelle y a Hers solo se le ocurre devolver la intensidad recurriendo a explícitas escenas de sexo con las que pretende darle empujones a la narración.

Aun así, la sensación final consigue ser positiva. Empañado por la impresión de que se podía haber hecho algo mejor, el retrato que realiza de los personajes y la panorámica sobre la crisis y el cambio resulta evocadora y bienintencionada. Para mostrarnos a los protagonistas, Mikhaël Hers utiliza la noche, ese momento de transición entre los afanes de dos días, donde se ralentiza la actividad y se juegan el temor y la esperanza por el futuro; de noche se producen los encuentros, las confidencias radiofónicas, las tentativas afectivas y las reflexiones insomnes.

Como ya he comentado, la apuesta requería un mejor quehacer. El anhelo de que, entre tantos cambios, la familia represente la estabilidad y todo lo que nunca falla o desaparece, merecía algo más de corrección y profesionalidad.

Firma: Esther Rodríguez