El debut de Ladj Ly en un largometraje de ficción se convierte en un importante film de denuncia social, pero de mirada omnicomprensiva. Rodada con fuerza y dinamismo, mezcla cámara en mano con el gusto por el rostro.
Ladj Ly y Alexis Manenti escribieron juntos un cortometraje en 2017. Su éxito y el impulso del colectivo Kourtrajmé al que ambos pertenecen, así como el itinerario de documentalista independiente de Ladj, permitieron la adaptación al formato de larga duración. De momento, la película ha logrado el Premio del jurado en Cannes y Francia la ha enviado a la candidatura de los Óscar.
Fiel a sus raíces (el cineasta es natural del mismo barrio Montfermeil donde se enclava la historia), Ladj Ly también apuesta por dejar la obra de Víctor Hugo como motivo del subtexto. El citado barrio, la pobreza y desigualdad social, los abusos y los “gavroche”, entre otros rasgos, revolotean por el argumento, así como los pasados disturbios de 2005 en las periferias de París.
La primera mitad de Los miserables deja claro el papel de la cámara, que sigue a los personajes en la trayectoria del cine realista, pegado a la calle y a su espontaneidad. Esto ayuda a construir el relato desde diversos ojos, en especial desde Stéphane, el policía recién llegado, que se convierte en la mirada más humanizada y, a la vez, en la del espectador.
El toque verista no impide que el plano dé protagonismo a los demás rostros, pues ayuda a singularizar aún más que estamos hablando de un conflicto, precisamente, de punto de vista: las perspectivas son múltiples (edades, etnias, tipos de poder…) y muchas veces irreconciliables o irresolubles.
Esta vasculación de miradas se completa con el dron, que otorga la cenitalidad precisa para mover a la reflexión en esos segundos de respiro que duran sus secuencias. Y es que, en este sentido, el ritmo imprimido es intenso sin llegar nunca a aturdir, además de bien ensamblado con la música de Pink Noise.
Quizá esa multiplicidad comentada se encalla un poco con la estructura de doble final, pues genera una alteración curiosa del ritmo y tono (con esos paseos por las vidas de los policías al final de jornada). No obstante, esos pasajes ayudan a completar la metáfora agrícola (sobre las malas hierbas) que se cita de la famosa novela gala.
Estos miserables de 2019 se convierten en una película que sabe hacer una loa, casi nostálgica o semi utópica, a la empatía, a las prioridades morales y al entendimiento, sin ocultar que cuando se está en un campo de minas eso no siempre otorga el resultado inmediato esperado.
Firma: Lourdes Domingo
Stéphane acaba de unirse a la Brigada de Lucha contra la Delincuencia de Montfermeil, un suburbio al este de París. Allí conoce a sus nuevos compañeros, Chris y Gwada, dos agentes experimentados en las enormes tensiones que existen entre los distintos grupos organizados por el control del barrio.