Los buenos profesores

Los buenos profesores es un retrato realista de la profesión y no una historia mesiánica en un colegio, como hemos visto otras veces en la gran pantalla. Ya desde el inicio, la cámara sumerge al espectador en el bullicio del instituto, el microuniverso en el que se desarrolla la trama, con todos sus conflictos y, a la vez, sus alegrías.

Es, por tanto, un relato agridulce, con protagonistas humanos que tienen problemas dentro y fuera del trabajo. En ese reducto, Thomas Lilti crea un grupo cohesionado, del que destaca el apoyo mutuo, la amistad y el buen hacer. Gracias a eso, la audiencia se encariña de todos ellos. Quizá por esta razón, se nota más la falta de desarrollo de los personajes, pues el público queda con ganas de saber más de ellos.

El film, aunque desigual, es divertido, conmovedor y cuenta con muy buenas actuaciones. Es, en definitiva, un homenaje a los educadores comprometidos, que se replantean el funcionamiento del sistema, para buscar lo mejor para los estudiantes.

Firma: Patricia Amat