Los asesinos de la luna

“¿Puedes encontrar a los lobos en esta imagen?” lee en voz en off Ernest Burkhart (Leonardo DiCaprio) poco después del inicio de Los asesinos de la luna. La cita la saca de un libro sobre la nación Osage que le ha entregado su tío Hale (Robert De Niro) para conocer mejor a los nativos. Y en esa frase se oculta, en parte, la esencia del nuevo film de Martin Scorsese: un relato plagado de lobos, de esos blancos americanos que robaron a sangre fría las riquezas del pueblo de los Osage.

La historia construye lentamente el suspense y la tensión desde la ambientación de un paraje hostil y la desconfianza que se va gestando, descubriendo la vileza humana y los muertos como consecuencia directa de ella. Un lado oscuro que nace desde la codicia y el sentimiento de superioridad racial, bajo los que, con el fin de apoderarse de las riquezas, ciertos hombres propiciaban casamientos con nativos de “raza pura con patrimonio”. Así pues, la trama, que se va desatando lentamente hasta su culmen en un tercer acto visceral y certero, se elabora desde la psique de los propios personajes: de las víctimas y de los verdugos. De esta manera, uno se adentra en una disección del bien y el mal.

En esa dualidad, las interpretaciones del soberbio reparto, tanto de principales como secundarios, elevan los dilemas y las emociones de sus personajes para sacudir al espectador, transmitirle una tensión constante y golpearlo hasta con aquellas partes del ser humano con las que a veces hacemos la vista gorda. En esta línea, destacan las actuaciones de la tríada protagónica: un Leonardo DiCaprio en la piel de un influenciable y manipulable Ernest Burkhart que sucumbe en una espiral entre la perversión y el amor; un Robert De Niro como representación de lo deleznable desde una incómoda serenidad, y una desbordante Lily Gladstone que con tan solo su rostro es capaz de reproducir el horror, la traición, el dolor y la resistencia.

Con esta adaptación de la novela de David Grann, Martin Scorsese cambia el punto de vista de la obra escrita para cambiar el foco principal de la investigación del FBI al de los nativos Osage en lo que supone una manifestación de responsabilidad social e histórica para con la comunidad. En esta suerte de viaje construido desde el pasado y llegando hasta el presente en una declaración evidente de intenciones –ejecutada con una elección de cierta evidencia de la maestría de Scorsese–. Los asesinos de la luna es, así, un acto de restauración de la memoria, de escritura honesta de la historia norteamericana y de honramiento a las víctimas desde el respeto y la necesidad.

Firma: Yoel González