Llobàs (Lobisón)

Basado en la novela homónima de Ginés Sánchez, el segundo largometraje de Pau Calpe Rufat recoge el mito del hombre lobo para tantear con una especie de road movie fraternal que avanza sin rumbo.

Las relaciones humanas son el núcleo de la historia; tanto con las personas con las que Adrià se va encontrando, como las que establece con su hermano y la pareja de este, quienes lo adoptaron tras huir de su iracundo padre. A pesar de la sosegada indagación en cada uno de ellos, el trío actoral es lo más destacable del conjunto. Entre ellos destaca el introspectivo y físico trabajo de León Martínez, quien defiende la rareza y peculiaridad de su papel.

Recubierta de esa fantasía rural debido al componente licántropo, Lobisón (Llobàs) convence también en la construcción de su atmósfera y la elegancia con la que evita escenas gore –esconde a sus personajes en matojos, utiliza el montaje por corte o el fuera de campo–. Sin embargo, su configuración narrativa y su razón de ser lo acaban entorpeciendo todo.

Además del desarrollo pausado –casi estancado en ocasiones–, los puntuales diálogos artificiosos y repetitivos añaden una lentitud innecesaria. A esto se le suma un protagonista sumamente pasivo con el que no se trabaja la empatía, provocando un distanciamiento aún mayor con el espectador. Y a medida que se acerca el final, comienza a surgir el interrogante sobre el porqué de esta adaptación. No es tanto el hecho de que no haya componentes en los que profundizar, sino que se apuesta por perderse en escenas vacías o redundantes y queda una fábula incompleta.

Firma: Yoel González