La sombra del pasado

Ya es la segunda vez que uno de los largometrajes de von Donnersmarck es nominado al Óscar a la mejor película extranjera. Pero, en esta ocasión, se ha quedado con un reconocimiento y no lo ha ganado tal y como le pasó con La vida de los otros.

Lo que sí que ha hecho es dirigir un metraje de más de tres horas que habla de 30 años de historia, en el que tanto cabe romance como tragedia y nazis e incluso arte. En este espacio, el director y guionista tiene tiempo para contar lo que quiere y hacerlo con detalle, aunque lo que explique arranque desde una base un tanto perturbadora.

El relato se abre con un discurso que ya posiciona al espectador frente a lo que va a ver: una visión bastante pesimista sobre el arte moderno. Arrancamos con una exposición de “arte degenerado” en la época nazi y con la tía enferma de Kurt (un niño de seis años) entre quienes existe una relación erotizada. Esto, junto con a los traumas de la guerra, justifica el prisma sensual y atormentado que, en ocasiones puntuales, ha generado algo que contar a través del arte.

Estas premisas direccionarán el film, que Max Richter acompasa con una música que, a veces, no tiene más razón de ser que un elemento para desengrasar el avance de la trama. No es que no sea convincente el viaje del protagonista, sino que el enfoque es una mirada rebuscada. Y, en el afán de dibujar la esencia del espíritu humano, von Donnersmarck pierde la esperanza de encontrar la paz después de un drama.

Firma: Carla Sciamma