Vladimir Perisic presenta un retrato del desgaste de una relación madre-hijo con un fuerte contexto políticosocial de fondo. El joven intérprete protagonista acaba de redondear la esencia del film.
En 1996 se iniciaron unas nuevas elecciones en la República Federal de Yugoslavia, en las que el Partido Socialista de Slobodan Milošević intentó amañar los resultados para que el partido proeuropeo Zajedno no se hiciera con la victoria. En este contexto, Vladimir Perisic construye La patria perdida como una película política y social. Sin embargo, lo hace a través de la contemplación de una relación maternofilial que se va desgastando: una madre afiliada al partido de Milošević y lo que eso supone moralmente para su hijo Stefan, el protagonista.
El posicionamiento entre la espada (su familia) y la pared (sus ideales) de Stefan reafirma este retrato políticosocial desde lo íntimo e interpersonal. Las escenas giran en torno a los personajes sin recurrir a grandes escenografías o despliegues narrativos de los alzamientos sociales, que se van sucediendo en segundo plano. Eso tan solo sirve como runrún al desgaste del vínculo entre madre e hijo.
El director expresa con la división espacial el lento desgaste de la relación. Así, separa a los personajes a través de los resquicios de las puertas, los espejos o situándolos en distintas habitaciones iluminadas de forma dispar. También, el cambio relacional y el conflicto moral del adolescente aflora a partir de los silencios y las miradas inquisitivas. Jovan Ginic ejecuta un destacable trabajo interpretativo que muestra ese lento desgaste de un personaje dividido y una contención emocional fruto de su desconcierto.
La patria perdida nos habla de un país en riesgo a caer en el autoritarismo pero, sobre todo, de ese desplazamiento que sufren ciertos individuos. Una cinta oscurecida por todo ese contexto social que parece apelar al sentir de una generación, mientras divaga sobre la mentira y la verdad, las relaciones familiares en confrontación con los ideales y la quimera de las etiquetas.
Firma: Yoel González
República Federal de Yugoslavia, 1996. La sociedad se encuentra en un agitado clima electoral. La sombra de un posible amaño en el resultado de las urnas es cada vez más evidente y comienzan a incrementarse las manifestaciones estudiantiles de protesta.
En este contexto se encuentra Stefan, un adolescente hijo de la portavoz del gobierno corrupto. Pronto, el joven ve cómo su entorno comienza a tambalearse: su querida madre secunda las decisiones totalitaristas de su partido y su círculo de amistades se aleja, culpándolo de las decisiones de su progenitora.