Esta adaptación de la pesimista obra de King no escatima en su espectáculo de violencia. A pesar de que los protagonistas brindan luz a algún tema de fondo con sus honestas interpretaciones, la doble moral del film lo hace perecer.
Unos años antes de haber publicado El cuerpo, su otra historia de amistad llevada al cine como Cuenta conmigo, y de haber conseguido saltar a la fama con Carrie, Stephen King ya tenía escrita La larga marcha. Ahora, después de múltiples adaptaciones de su extensa obra en la pequeña y la gran pantalla, este título se traslada al cine de la mano de Francis Lawrence.
No es de extrañar que el director haya cogido las riendas de este proyecto cuando entre su filmografía destaca la saga de Los juegos del hambre, con la que la presente película comparte la crítica a un sistema opresor, la celebración televisada de un evento descarnado y la lucha por la supervivencia y la libertad. Sin embargo, en La larga marcha se diluye toda ocasión de reflexión frente al puro espectáculo y la imposibilidad de resarcirse (y eso que, supuestamente, el film resulta más suave que la novela).
La competición que da nombre a esta distopía y que se instaura para “motivar y restablecer la ética del trabajo duro” no es más que una excusa banal para una carnicería en todos sus sentidos. Angustiosa, visceral y gore en muchos momentos, la cinta cae en un subrayado constante, desde su forzada emotividad hasta sus obvias líneas de diálogo y sus flashbacks explicativos. Sin embargo, lo más reprochable sea quizás cómo se convierte en el espectáculo mismo que busca criticar y sucumbe al baño de violencia, incluso mostrando la muerte de personajes que explícitamente ruegan para que no se muestre. La oportunidad de un profundo retrato social queda como algo anecdótico, con meros paneos de las ciudades y la gente con la que los protagonistas se cruzan durante la marcha.
David Jonsson y Cooper Hoffman brillan entre toda la barbarie y demuestran ser dos estrellas prometedoras de su generación al otorgar al proyecto la humanidad de la que el argumento carece. Gracias a ambos, y a otras tramas secundarias, el fulgor del compañerismo y los actos de generosidad resplandecen en medio del terror. Aun así, la brutalidad y el pesimismo acaban reinando en esta trágica historia de amistad.
Firma: Yoel González
Un grupo de adolescentes se inscribe voluntariamente a una competición anual conocida como “La larga marcha”, un evento creado tras estallar un conflicto nacional y transformar a Estados Unidos en un país militarizado y hundido en la penuria. Durante la prueba, los jóvenes deberán caminar sin descanso. Si se detienen o reducen su ritmo por debajo de 6,5 km/h, reciben una advertencia. Con tres advertencias, reciben un disparo. Al final, solo puede quedar uno.