La guarida

Las películas de alienígenas contra soldados norteamericanos llevan existiendo desde prácticamente la llegada del cine a color. Ahora bien, su máximo esplendor fueron los 70/80/90 y quizá deberían haberse quedado ahí. Es un género donde la innovación es prácticamente nula y donde cualquier estreno va a ser un calco de lo que fue en su momento Alien, el octavo pasajero (1979).

En este caso, una de las pocas diferencias notables entre el clásico de terror y la obra de Neil Marshall es la localización. Mientras que una sucede, en su mayoría, en el espacio, la otra se desarrolla en Afganistán, usando el tono bélico como justificación para la violencia desenfrenada. La protagonista, Kate (Charlotte Kirk), comparte muchos parecidos con Ripley, hasta el punto en el que acaba adoptando un look bastante similar.

Otra de las grandes diferencias es el “monstruo” o alienígena que hostigará al grupo protagonista. Es una mezcla rara entre el xenomorfo Venom—sí, el villano de Spider-man— y Nemesis de Resident Evil, que da lugar a una criatura aberrante, pero que el espectador olvidará nada más salir de la sala. Apenas infunde terror, a pesar de ser mucho más explícito en sus matanzas que el enemigo de Ripley.

Aun así, La guarida funciona bien como producto de serie B y tampoco intenta ocultarlo. Los diálogos absurdos, plagados de clichés del género; las muertes sin sentido y el carrusel de violencia, dan pie a un festival de testosterona que hace de la obra de Marshall un producto satisfactorio para los más fanáticos.

Firma: Gerard Casado