La familia

Gustavo Rondón debuta en el largometraje con una historia acotada pero nada limitada en su profundidad y en los ecos que provoca. La candidata por Venezuela a los Goya, que ha obtenido ya numerosos premios dentro y fuera de su país, se estrenó en la Competencia Oficial de la Semana de la Crítica del Festival de Cannes 2017.

La película de Rondón traza una especie de road-movie de escaso perímetro físico, donde se intensifica más la sensación de determinismo y encajonamiento existencial de los protagonistas. Además, esto le permite imprimir un ritmo más fluído, e incluso de thriller, con pocos recursos y un estilo que busca lo íntimo.

La manera con la que este cineasta venezolano rueda la trama, dirige actores y maneja la cámara es sólida. Los gestos son intensos y hay movimiento tanto en los intérpretes como en la misma cámara. Sin embargo, no hay dramatismos impostados. El drama y el conflicto más fuerte sobrevuelan sin ostentación, aunque con mucha presencia.
De este modo, parece que lo que Gustavo Rondón hace es pasear fantasmas, reliquias de una familia que se diluye en una sociedad que también va haciendo aguas (podridas) y llevándose por delante hasta la infancia.

Sin duda, una cinta menor en su apariencia y muy grande en el retrato de esa relación paterno-filial que quiere recomponerse, a pesar de que solo alcancen a intentar seguir con vida y juntos.

Firma: Lourdes Domingo