La escuela de la vida

Un sentido homenaje a una tierra y sus gentes, un canto a la libertad de los que viven intentando centrarse solo en lo fundamental y una mirada a la infancia como etapa en la que todo se ve limpio y nuevo y se disfruta como si no hubiese un mañana. Ninguno de estos elementos es original, pero en la pantalla es difícil sustraerse al encanto de los paisajes de la Sologne y de las andanzas de sus protagonistas.

A pesar de ello, y reiterando sus bondades, hay algo en su conjunto que no acaba de convencer. La escuela de la vida bebe mucho, demasiado, de La fortuna de vivir, la obra maestra de Jean Becker y de la que se queda bastante lejos. Bien sea por la evidencia de las pretensiones, por el peso arrítmico del tono documental o por la torpe introducción de algunos deslices en el retrato de los personajes, el caso es que este film de Nicolas Vanier parece necesitar un pulido final.

Se disfruta y se acoge como una buena oportunidad de visionar una película bella y humana; se valora el trabajo de los actores, en especial el de Jean Scandel, que interpreta al niño, y se hace una apuesta por un cine que combine buenas historias con escenarios naturales. Y, aún así, le falta algo. ¿Qué se le va a hacer? Siempre podemos aprovechar para revisar la citada obra de Becker, La fortuna de vivir, y ya tendremos dos cosas para agradecerle a Nicolas Vanier.

Firma: Esther Rodríguez