Este acercamiento a la figura de la reconocida actriz francesa no está a su altura. Con un interesante punto de partida y una destacable interpretación protagonista, la película se desaprovecha con enfoques reduccionistas y personajes desperdiciados.
Sarah Bernhardt sigue siendo hoy el paradigma de actriz de teatro, tanto en el aspecto de calidad interpretativa como en el de personaje público venerado y admirado. A pesar de su difícil infancia, pudo comenzar una carrera en los escenarios que le llevó al estrellato. Interpretó numerosos papeles de teatro clásico, así como de autores contemporáneos que, como Víctor Hugo, la eligieron para sus obras. Viajó por todo el mundo –tanto por trabajo como por placer–, fue su propia empresaria, escribió un tratado de interpretación e hizo incursiones en el arte de la pintura y la escultura. Su larga vida (de 1844 a 1923) le permitió, además, aparecer en algunas películas del recién nacido arte cinematográfico. El personaje, por lo tanto, no podía ser más atractivo y tentador para trasladar su azarosa y exitosa vida a la pantalla. Y, lamentándolo mucho, el proyecto no ha estado a la altura.
Los guionistas Nathalie Leuthreau y Guillaume Nicloux, quien también dirige el film, tomaron un interesante y prudente punto de partida: centrarse en dos etapas significativas de la vida de la actriz. Por un lado, el momento en el que le amputan la pierna en 1915, cuando tiene 70 años y muchas ganas de seguir actuando. Por otro, los últimos años del siglo XIX, cuando rompe con Lucien Guitry, un actor real con el que, según la película, mantuvo una larga, morbosa y tormentosa relación de la que no hay prueba ni constancia alguna. La acotación argumental es lógica, pero se desaprovecha enormemente su contenido.
En aras de exaltar la modernidad, libertad e independencia de la actriz, supongo, se ocupa gran parte del metraje en la enumeración y descripción de sus relaciones sexuales, tanto heterosexuales como lésbicas. La otra parte del film se dedica a que vayan apareciendo, como si fueran cameos en una comedia hollywoodiense, los personajes más relevantes de la época con la que la Bernarhdt se codeó: Alphonse Mucha, Sigmund Freud, Edmond Rostand, Emile Zola… Todo ello resalta su importancia, pero a la vez resta tiempo a profundizar más en la riqueza de la actriz. Su verdadera interioridad se reduce a breves confidencias zarandeadas entre la frivolidad de sus escarceos eróticos.
Estas carencias decepcionan, pero no disminuyen lo más mínimo la espectacular interpretación de Sandrine Kiberlain, quien es capaz de dotar de matices a un guion que no los tiene. La dirección artística y el vestuario cumplen también con creces al reflejar perfectamente la exuberante vitalidad de este grandísimo personaje.
Firma: Esther Rodríguez
Apenas diez años antes de su fallecimiento, la actriz Sarah Bernhardt es sometida a una operación en la que le será amputada la pierna. Durante la convalecencia repasa su vida y, en especial, su relación con Lucien Guitry, el gran amor de su vida.