La buena esposa

El trabajo de Björn Runge y Jane Anderson, adaptando al cine la novela de Meg Wolitzer, se muestra como un minucioso e intenso drama revestido de la elegancia que la madurez de los protagonistas y el entorno de los Premios Nobel le suponen. Es difícil, por tanto, encontrarle fisuras o defectos visibles y, sin embargo, en su conjunto, La buena esposa resulta pobre e insatisfactoria.

No hay sorpresa en un argumento cuya intriga desvela muy pronto el guion (y una campaña promocional que parece pagada por una distribuidora de la competencia); de manera que todo el peso del film se hace recaer en el personaje y la interpretación de Glenn Close.

A pesar del impecable e intenso que trabajo que realiza la veterana actriz, el guion escatima demasiados detalles necesarios para comprender las motivaciones que llevaron a Joan a tomar sus decisiones. No se muestra como una mujer dócil y la época en la que le ha tocado vivir ya estaba repleta de mujeres escritoras (y más en Estados Unidos). El papel que encarna Elizabeth McGovern como explicación del hecho no convence en absoluto ni por el mensaje, ni por su propia personalidad.

Tampoco se entienden las imágines de la confiada relación de la pareja con lo que luego se va desvelando a lo largo del metraje, por lo que al espectador le acaba resultado la historia carente de fundamento o directamente falsa.

Al final, el visionado La buena esposa se sobrelleva por la admiración que suscita el trabajo de Glenn Close y, curiosamente, el coraje materno que muestra, que acaba siendo lo único coherente y creíble de toda la película.

Firma: Esther Rodríguez