Human life

“El misterio no se discute, se vive”: Esta frase que dice Tonio Tavares, uno de los protagonistas de Human life, puede resumir todo el fondo y la forma de esta película.

Tavares decidió, a los 24 años, dedicar su vida a los niños con graves discapacidades físicas o mentales, abandonados por sus padres o por el sistema. Más de 30 años después, es el padre adoptivo de 42 de esos niños, ya adultos, a los que cuida con esmero mientras crea otros hogares similares.

Los testimonios que Gustavo Brinholi y Luiz H. Marques nos presentan en este título muestran, no discuten, las diferentes, y difíciles, circunstancias que tienen que afrontar las mujeres que ante un embarazo no deseado quedan abocadas por la sociedad a un aborto seguro, jóvenes que han visto truncadas sus vidas por una accidente que les ha dejado sin piernas o sin manos o la incomprensible dificultad de sacar adelante un hijo con Síndrome de Down.

Todos ellos sufren, todos ellos recorren un camino lleno de obstáculos. Pero todos ellos viven, son conscientes de estar vivos, quieren seguir viviendo y piensan, sin un ápice de duda, que la vida siempre merece la pena.

Importante, por tanto, los otros protagonistas de este documental: las personas que ayudan y se comprometen a conseguir que en su entorno la vida se respete, se engrandezca y tenga las condiciones físicas y morales necesarias para que siga adelante luchando, como todos, por ser feliz.

El film que han planteado Brinholi y Marques es tremendamente sencillo. Muestran la vida, dejan hablar a los protagonistas con libertad y sin grandilocuencia y alternan los testimonios con una acertada mezcla de calma y agilidad.

Sus voces son acompañadas con unas imágenes que, como sus palabras, combinan cotidianeidad y grandeza. Pocos planos de paisajes impactantes y muchos planos-detalle, con el agua de protagonista, que se cuela por cualquier resquicio para seguir dando vida y continuar con su discurrir. Y otros, de altos muros, cadenas oxidadas y puertas cerradas que no llevan a ninguna parte, dura metáfora de quien no apuesta por la vida.

Human life dura un poco más de una hora. Suficiente. 68 fascinantes minutos para asomarse al mundo real, bailar por la vida con Ivy Amista o beberse una lata de cerveza con el padre de Anna Paula.

Firma: Esther Rodríguez