Lady Gaga y Bradley Cooper se entregan del todo en una historia punzante, realizada de manera comercial. El film nos invita a vivir con personalidad en un mundo arrastrado por grandes industrias, como es la musical.
Este es el tercer remake del clásico Ha nacido una estrella. El primero fue en 1937, dirigido por William A. Wellman y basado en el film Hollywood al desnudo de George Cukor. Posteriormente, en 1954, el mismo Cukor dirigió el segundo remake protagonizado por Judy Garland. Y en los años setenta, Barbara Streisand interpretaba la nueva adaptación. Ahora, es el turno de Lady Gaga para coger el relevo como icono del movimiento LGTBI.
Algunos piden un Óscar por la película, la dirección o las actuaciones, en cambio otros apuestan por ser más precavidos. Pero lo que está claro es que Bradley Cooper arrastra al público en su primer largometraje. El propio director ha mencionado en San Sebastián que no ha sido una buena idea ponerse al frente del proyecto, como director.
La realidad es que estamos ante un poderoso homenaje a todos aquellos cantantes de la industria que han sido ahogados por ella. La propia Lady Gaga aparece desvestida de todo aquello por la que la identificamos, y con naturalidad y una impresionante soltura protagoniza una historia honesta, que tiene mucho que decir de ella misma. Bradley también sabe cautivar detrás y enfrente de la cámara. Por un lado, transmite con destreza desde la emoción del backstage hasta los planos cortos de los protagonistas. Por otro, el desgaste físico de su personaje llega a todo aquél que quiera adentrarse en los entresijos de la trama.
Es verdad que el guion se deja arrastrar por el relato de amor y olvida dar soltura a los nudos argumentales que, en ciertos momentos, despuntan abruptos de entre la narración. Del mismo modo, cojea en la exageración del amor apasionado en una historia de adicciones, drogas aunque refleje la realidad. Por este motivo, resulta menos aleccionadora para el espectador joven que busca el film. Sin embargo, Ha nacido una estrella deja al público adulto una gran reflexión sobre las secuelas de un pasado duro y las exigencias de mundo postmoderno.
De este modo, podemos disfrutar de 135 minutos. (aunque acortarla habría sido un acierto) de buena música. En ellas, Gaga se luce en las escenas musicales, y Cooper nos sorprende con otro talento. Y como menciona el film, hay mucha gente que dice cosas, pero poca que tenga cosas importantes que decir.
Firma: Carla Sciamma
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