Irregular ópera prima que acierta en el enfoque de su trama abuelo-nieto, pero que falla en el desarrollo de otros aspectos.
El actor valenciano Pau Durá se lanza con Formentera Lady a su primer largometraje después de dirigir varios cortos. El resultado, como tampoco es de extrañar, es bastante regular en su conjunto pero también muy ilusionante en cuanto lo que puede hacer en el futuro este realizador.
Durá camina sobre seguro escogiendo una historia no insensatamente original y con la suficiente carga de implicación personal como para que se presente como un proyecto emotivo y con fácil enganche en cualquier tipo de público.
Es agradable dejarse llevar por el ritmo de vida de la isla, la calma del mar, el desenfreno del turismo exótico, extranjero y extraño, las mañanas perezosas, las noches interminables, los grandes barcos y el pequeño comercio local. Sin embargo, el guion comienza de un modo ramplón, recupera algo la estabilidad tras el punto de inflexión de la llegada de Marc para volver a perderse al focalizar la acción casi exclusivamente en el personaje de Sammy y sus nostálgicos recuerdos que se están tornando dolorosos.
También es lógico centrarse en un papel concreto si éste es interpretado por José Sacristán, que compone un verosímil anciano hippy aunque, cosas de la edad o de la profesión, no acaba de convencer como músico de banjo; de hecho, resultan bastante artificiales todas las escenas con el instrumento. Más coherentes se muestran los momentos provocativos donde se ve al antaño “provocador” intentando no desengancharse del mundo de las drogas, del alcohol o del sexo desinhibido. No obstante, todas ellas lo alejan de lo que parece la trama principal, la de Marc y el cambio que provocará en su abuelo.
Y solo me queda añadir, en un mensaje a la distribuidora, que la ausencia de subtítulos dificulta bastante la comprensión de los diálogos, que abundan en catalán y mallorquín, al menos para los que no estamos familiarizados con esos idiomas. No parece que lo que nos perdemos sean grandes disertaciones profundas, pero aún así nos encantaría entenderlo. Y si lo que pretendían era trasladarnos a un ambiente multicultural donde no pasa nada por no entender el lenguaje hablado, entonces han vuelto a dar un giro más al film para hacerlo más irregular aún.
Firma: Esther Rodríguez
La apacible vida de Sammy, un anciano músico hippy, en Fomentera se ve alterada por la llegada de su hija. Apenas se han hablaban, pero ahora le pide que se quede con su hijo Marc, de diez años, pues ella debe irse a trabajar una temporada a Francia.
