F1 es un homenaje a todos aquellos que sacan adelante este deporte. El film pone el acento en el compañerismo, cuenta con personajes humanos y la suficiente fuerza como para mantener la atención durante dos horas y media.
Es posible que, atendiendo a lo estrictamente cinematográfico, haya sido demasiado generosa al ponerle un 8 a F1: la película. Pero si atendemos al conjunto, me reafirmo en la nota: este film es un homenaje necesario y elegante, no tanto al deporte en sí, sino a todas las personas que lo sacan adelante.
Joseph Kosinski y Ehren Kruger, director y guionista, realizan un impactante espectáculo consiguiendo fusionar una acción cargada de fuerza y garra con una descripción de los protagonistas convincente y humana. Ambos realizadores se consagraron recientemente logrando con Top Gun: Maverick que la secuela superara al relato original. Por no hablar de que el guion con el que Kruger pasó a personajes reales a Dumbo, reconcilió con el pequeño elefante a varias generaciones de espectadores traumatizados.
F1: la película tiene de todo para disfrutar durante dos horas y media, duración, por cierto, que, siendo excesiva, se aguanta bastante bien. Aunque uno no sea aficionado a la Fórmula 1 es fácil entrar en la dinámica de triunfos, derrotas, contratos, ambiciones, genio y talento y, sobre todo muchas horas de trabajo, entrenamiento y estudio. Los detalles técnicos enganchan sin agobiar y, siendo una historia de ficción, atrae el desfile de caras conocidas, empezando por los patrios Fernando Alonso y Carlos Sainz.
El guion, además, ofrece suficiente originalidad y sorpresa como para que no decaiga la atención aguardando los inesperados desenlaces de las carreras. Se agradece que tratándose de un deporte tan competitivo y que mueve tantos millones, se haya puesto el acento en el factor humano: el compañerismo, la ayuda y la preeminencia de las personas.
Como decía al principio, es un bonito y espectacular homenaje a todas las personas desconocidas y escondidas que trabajan con profesionalidad y cuyas aparentemente pequeñas contribuciones suponen la diferencia entre ganar un campeonato o abandonar en la vuelta 12. ¡Bravo por ellas!
Firma: Esther Rodríguez
Sonny Hayes iba a ser el mejor piloto del mundo, pero un accidente truncó su sueño. 30 años después sigue compitiendo en modo mercenario en diferentes carreras. Ahora un antiguo compañero, director de una escudería al borde de la quiebra, le pide ayuda para salvar la firma y ayudar a la joven pero inmadura estrella del equipo.