Esta adaptación abandona la poesía y la experimentación de la novela de Porter para sucumbir a una narrativa más convencional y una metáfora sobreexplicada. Aun así, las interpretaciones logran atrapar la atención del espectador.
Este 2025 ha sido el año en que dos obras del británico Max Porter han sido trasladadas al audiovisual. Tras el estreno en Netflix de Steve –basada en el libro de Shy y protagonizada por dos increíbles Cillian Murphy y Jay Lycurgo–, ahora es el turno de la novela El duelo es esa cosa con alas. La película, primer largometraje de ficción del director y guionista Dylan Souter, decide quitar la primera parte del título y quedarse con Esa cosa con alas. Sin embargo, este detalle anecdótico refleja el posicionamiento de un film que, aunque se intenta esconder tras los elementos fantásticos, se queda estancado en lo superfluo.
El estilo poético y experimental de Max Porter desaparece en la gran pantalla. En su lugar, los breves momentos de lucidez del film quedan emborronados por una tendencia sobreexplicativa y evidente. El duelo se aborda como tema central y sin tapujos, pero tan solo como un lienzo en el que se ahonda más allá. Así pues, una vez se entiende el punto de partida y el espectador se ve sumido en la oscuridad de un hogar apagado y caótico, la historia comienza a resentirse y tan solo avanza por giros que vuelven al mismo punto.
A diferencia de la novela, el film no cuenta con una estructura tan fragmentada como el material original y, aunque sí hace el amago de tantear tres puntos de vista centrales (“papa”, “cuervo” y “los chicos”), estos quedan entremezclados de forma convencional y se utilizan más como meras separaciones capitulares. Esto también se ve en la falta de profundización de los personajes –interpretados eso sí de forma excelente por Benedict Cumberbatch y los hermanos Henry Boxall y Richard Boxall– o en un último capítulo (el del “demonio”) y un epílogo rellenados de efectismo.
Esa cosa con alas resulta así en un tránsito muy obvio por el duelo que se alarga en exceso. Puede que para aquellos no familiarizados con la novela consiga cierto impacto o emotividad, pero como adaptación se queda en tierra de nadie. Cabe decir, por eso, que es una cinta práctica para abordar este duro tema, la distinción entre el duelo y el desconsuelo, y donde las actuaciones consiguen sostener la atención del público –sobre todo esas escenas de los niños, entrañables y, en su inocencia, dolorosas–.
Firma: Yoel González
En un pequeño piso londinense, la repentina e inesperada muerte de su esposa dejan a un padre a cargo de sus dos hijos pequeños. Cada uno intenta lidiar con el duelo de la mejor forma posible, pero poco a poco el hogar se va sumiendo en el desconsuelo. Entonces, los tres reciben la visita de un misterioso cuervo parlante que promete seguir acechándolos por un tiempo indeterminado, hasta que no se inicia un cambio.