Cine de pandillas, retrato de la migración interna y dibujo del conflicto terrorista en Euskadi confluyen en el primer film de Gómez. Con algún altibajo, se aprovecha la fuerza de la historia y de sus personajes.
Manu Gómez traslada su experiencia como ayudante de dirección y realizador de televisión y cortometrajes a su primer largometraje. Y lo hace con un relato que vuelca parte de sus recuerdos de infancia en Mondragón. Incluso los rasgos de varios de sus personajes corresponden a los de su propio entorno: familias migrantes de clase media, que se adaptan como pueden en una sociedad herida y con serios conflictos de convivencia.
Érase una vez en Euskadi sigue la estela del cine de pandillas, aquí ambientado en 1985, en una población semi industrial, precisamente, de Euskadi. El guion combina la perspectiva múltiple entre niños y adultos, aunque con predominancia del punto de vista infantil o más bien preadolescente.
Por otra parte, la dirección de producción y la escenografía dominan la inmersión en una ambientación donde se reproducen los colores, la luz, las formas y las costumbres de aquellos años. En ese sentido y también en el argumental, se desarrollan asuntos aledaños al terrorismo como el devastador consumo de heroína, la irrupción del sida, la desestructuración familiar con sus efectos y las siempre clave relaciones entre padres e hijos con subtramas muy diferentes y con miradas muy diferentes también hacia lo político.
Si bien el tono juega primordialmente con un sentido del humor amable y con el equívoco, la película no está exenta de drama, que quizá se introduce y, en algunos pasajes, se fuerza de modo que resulta algo innecesario. La proliferación de giros, sorpresas y finales sobresalta y, no obstante, desinfla el atractivo de la narración.
Y es que, quizá, lo interesante del film sea justamente esa cercanía y simpatía con sus protagonistas, cargados de normalidad en sus luchas económicas, sociales, personales y en sus temores.
En relación con eso, la dirección de actores sabe explotar la habitual disparidad física y de caracteres de este tipo de tramas corales, con una brillante presentación de los roles más jóvenes en el primer tramo. En esa dinámica de los cuatro chavales, se atisban los cambios hormonales, la fascinación por lo prohibido y el miedo al ridículo, siempre con una orientación festiva y poco seria, quizá en algunos temas.
Con sus irregularidades, está claro que Érase una vez en Euskadi sabe aunar bien el género de pandillas y la nostalgia por la década de los 80 con nuestra historia reciente. Además, este título coincide con una ola de productos audiovisuales que también revisan esos años y esa misma geografía.
Firma: Lourdes Domingo
Euskadi 1985. El colegio ha terminado, por fin llegan las ansiadas vacaciones. Marcos y sus tres amigos, José Antonio, Paquito y Toni, reciben expectantes la llegada del verano, un verano prometedor sobre todo porque a sus doce años poco importa dónde, ni cuándo, ni cómo. Recorrerán las horas en el laberinto que la vida les ha deparado, en una Euskadi antigua, luchadora, convulsa.