El debut de Erige Sehiri es una propuesta poética y reflexiva. En ella, un campo de higos se establece como espacio de interconexión humana y el acto de recolección en un medio para sumirse en la intimidad de los personajes.
“Los dramas están a la orden del día” comenta Sana (Ameni Fdhili) en un momento dado de Entre las higueras, pero, siguiendo este precepto, Erige Sehiri apuesta por una dirección que no acentúa esos dramas, sino que los deja intuir. Su debut muestra un cine político y social desde la afabilidad narrativa, desde una cotidianidad y una naturalidad tanto formal como actoral.
La directora documenta, desde una mirada contemplativa y próxima, moviéndose con los protagonistas y ensalzando sus rostros sin romper en ningún momento esa intimidad creada. La cámara los sigue y los enlaza como las raíces de un mismo árbol, capturando sus encuentros, sus reencuentros, sus secretos compartidos, sus miradas, sus rifirrafes o sus confesiones. Y así, lentamente, se va dando voz a diversas perspectivas –entre ellas, una mayoría de voces femeninas de distintas edades– y tocando una serie de distintos temas desde lo personal –romances, sueños, perspectivas de futuro– a lo colectivo –las jerarquías de poder y las desigualdades en derechos y riqueza, la importancia del campo, el concepto de propiedad, etc.–.
El ritmo pausado y, a veces, la brusca prontitud en saltar entre los múltiples puntos de vista puede ocasionar cierta desconexión. No obstante, los interesantes personajes, así como el pulido diseño de sonido y la puntual y minimalista música –incluida de forma orgánica sin romantizar– elevan la capacidad para capturar un fragmento de vida.
Al final, queda una obra para observar y recapacitar desde las relaciones humanas, centro indiscutible del relato. El diálogo transversal, donde se une lo individual y lo comunitario, se va entretejiendo y necesita de su tiempo, de tranquilidad y calma ante su visionado. No es para públicos que busquen entretenimiento fácil, pero aquellos que le den una oportunidad encontrarán un valioso producto.
Firma: Yoel González
Durante un día de recolección en un campo de higueras al norte de Túnez, un grupo de jóvenes mujeres, que forman parte del conjunto de jornaleros, interactúan entre ellas, muestran sus aspiraciones y sus deseos, se sinceran y discuten, flirtean y recuerdan tiempos pasados. El trabajo se entrecruza con las distintas interacciones personales que nutren de historias al campo.