El suplente

Existe mucha oferta de historias que se adentran en aulas problemáticas donde aparece un profesor mesiánico. El suplente podría enmarcarse dentro de ese subgénero, aunque la vida del protagonista se desmorona igual que la de sus estudiantes.

Diego Lerman observa ese microcosmos de la clase, sin interferir en las vidas de los personajes. E invita al público a hacerlo, muchas veces desde detrás de un cristal o a través de un reflejo. Allí dentro expone el drama social de un barrio marginal, así como la necesidad de una educación digna –todo salpicado de tintes de thriller–. Pero lo hace sin moralinas, planteando preguntas importantes que lanza para que el espectador responda por sí mismo.

La evolución del relato capta la atención tanto por el transcurso de los conflictos de la zona, como por los cambios en las diferentes relaciones (padre-hijo, marido-mujer, profesor-alumnos). El resultado de todo ello es convincente y el mensaje que se desprende sólido. Parte de su eficacia radica en el trabajo magistral del elenco (especialmente el de Juan Minujín, cuyo rol es embaucador). En su conjunto, es un film con buen ritmo que inspira y abre varios debates en torno a la educación.

Firma: Patricia Amat