El ritmo de la venganza

La película comienza con una prometedora aunque repetitiva trama. Stephanie se encuentra en una situación y en un estado que deberían ser los adecuados para convertirse en un “gorrión rojo” como hizo Jennifer Lawrence.

Sin embargo, sorprende que ella no se transforme en letal asesina tras el entrenamiento. Este giro la hace más humana y real pero, a la vez, se contradice con todas las premisas de su personaje y acaba pareciendo simplemente una kamikaze. No hay un camino de perfeccionamiento o un replanteamiento de su estrategia para cumplir su venganza, sino más bien intentos vagos, precipitados y no creíbles por encajar en un mundo que no es el suyo.

La actuación estrella es la de Blake Lively principalmente porque Jude Law y Sterling K. Brown hacen de meros engranajes del plot. Mientras que el primero no hace más que de maestro, cuyos exámenes sorpresa pueden matar, el segundo no es sino un proporcionador de información, cuando debería haber tenido muchísima más relevancia. Lively, al menos, tiene la oportunidad de actuar y cumple muy bien, pues transmite ese vacío interior que siente Stephanie y, por eso, resulta verosímil y también irritante su torpeza a la hora de matar.

El mayor problema por tanto es el guion. Las escenas de acción, en especial la persecución, son eficaces. No obstante, no sirven de nada dado que este thriller no se centra en machacar a los malos. Tampoco cumple con la finalidad de contar una gran historia de superación, ya que el final es anti-climático y la evolución de los protagonistas nula. No hay ningún momento emotivo de cierre del drama. Las relaciones, los caracteres, el cómo se llevan a cabo los asesinatos… todo es un sinsentido.

Los únicos fuertes son, por un ladoo, la imagen (cuyos tonos apagados están en sintonía con la perspectiva de la protagonista) y las actuaciones (a pesar de que, con unos papeles tan malos, no hayan podido brillar apenas).

Firma: Yago Llopart