El hombre invisible

Basándose en la novela homónima de H. G. Wells, la cinta explora la relación de abuso entre un científico muy inteligente y su pareja Cecilia (Elisabeth Moss). No obstante, no se trata de un film de denuncia social forzado y propagandista, sino que logra ser una distinguida propuesta de horror. Sin embargo, quizá los amantes del terror se vean decepcionados por la falta de secuencias desagradables y sustos continuos.

El director consigue equilibrar los sobresaltos, la paranoia y la tensión, que va dosificando a lo largo de la trama. De esta manera, no recurre a las exageraciones tan frecuentes en este género y, paradójicamente, lo que transmite mayor miedo es aquello que no se ve.

Sus tres puntos fuertes son la fotografía, la banda sonora y el magnífico trabajo de su protagonista. Gracias a los grandes efectos visuales, en todo momento reina una atmósfera inquietante que incluso se alcanza con escenas vacías –como planos que recorren una habitación estática–.

La originalidad de la producción reside en la consecución, sin excesos, de un clima de intriga y desasosiego desde el punto de vista calmado de la víctima femenina y no desde la perspectiva de su meticuloso maltratador. Además, evidencia una crítica elegante (y discreta) a la violencia de género, enfocada en la huida de la mujer y no en los abusos previos.

Con una duración quizá desmesurada y algunos fallos de guion, El hombre invisible es una película entretenida que mantiene al espectador angustiado durante todo el visionado. Sin desproporciones y con un ritmo sorprendentemente pausado, recrea una situación espeluznante donde la importancia recae en lo invisible.

Firma: Patricia Amat