Intenso drama que se desarrolla con naturalidad y del que se pueden extraer importantes reflexiones. Retrata una operación que llega hasta lo más profundo de los anhelos humanos.
Matías Bize, el director, se llevó la Biznaga de plata a la mejor dirección por este título en el 26 Festival de Málaga (marzo, 2023). Y no es de extrañar pues, en un trozo de arcén y en apenas unos metros de bosque, se desata un intenso relato.
Lo que se inicia como un castigo irreflexivo a un hijo enrabietado acaba por descubrir un mundo de silencios, decepciones, sueños frustrados y anhelos ficticios. La pareja anda tan perdida en el bosque como en su relación y, poco a poco, emergen los temas de siempre y los que nunca se habían tratado.
Los protagonistas se ven en la obligación de sumergirse en las empantanadas profundidades de su yo personal y enfrentarse a las del otro. Así, cada uno sigue su particular evolución hasta llegar al clímax de su propósito vital.
Es fascinante acudir a este proceso que va surgiendo de forma natural y en el que muchos pueden sentirse identificados en algún momento. El castigo ofrece una oportunidad para plantarse ante la vida y tomar decisiones. Es, en definitiva, el resultado de unas vidas vividas sin programa de mano, sin más metas que el dejarse llevar o el querer sentirse parte de algo (aunque ese algo no sea lo propio de uno mismo).
Tanto Bize como su guionista, Coral Cruz, saben cómo trasladarnos una realidad tan actual como abrumadora y tan cierta como dolorosa. Y, para concluir los ochenta y cuatro minutos que dura la cinta, aparece un final coherente y también agotador.
Todo lo anterior desata en su audiencia, más que tristeza, la capacidad de comprender, la de mirarse en un espejo, la de reaccionar o, en especial, la de reflexionar. Quizá, el mensaje más profundo es la crítica feroz al conformismo humano, a la triste y habitual historia del desconocimiento que tenemos de nosotros mismos y a la pérdida de la trascendencia individual.
No obstante, el título se desprende en mil capas y es la percepción del espectador quien se encarga de descubrir las más superficiales o las más profundas.
Firma: Mar Pons
Ana y Mateo viajan en coche con Lucas, su hijo de siete años. Se dirigen a casa de la abuela para comer. Sin embargo, por el camino, algún percance ha hecho que Lucas se quede a solas en el linde del bosque durante unos minutos. Cuando sus padres vuelven a por él, el niño ya ha desaparecido.