A pesar de su excesivo e irregular metraje, esta película ofrece lo que el género judicial, en un contexto de racismo, siempre ha ofrecido: valores bien anclados, cierta intriga y personajes atractivos.
Cuestión de justicia adapta a la gran pantalla los hechos narrados por su propio protagonista, Bryan Stevenson, en el libro autobiográfico Just mercy: a story of justice and redemption. En él, como se intuye en la película, relata su experiencia personal como abogado defensor e investigador de numerosos presos condenados, muchas veces a muerte.
Su trabajo se centró en aquellos casos en los que Stevenson detectaba negligencia o directamente animadversión por parte de los letrados de oficio, que se dejaban llevar por el racismo imperante en Alabama aún a finales del siglo XX o por prejuicios de clase o relevancia social. A lo largo de treinta años, reabrió una gran cantidad de procesos y, en muchos de ellos, consiguió conmutar o aliviar las penas.
Es interesante, como suele ser en este tipo de films, vernos inmersos en otras culturas, diferentes modos de ejercer el derecho, situaciones de injusticia que, a este lado del océano, creíamos superadas y encrucijadas vitales donde entran en juego el compromiso con los demás, la defensa de la propia vida o el éxito económico.
Son temas siempre atractivos y fructíferos aunque, por su insistencia, saben a demasiado vistos y a poca originalidad. Un espectador mediano se espera los momentos de fracaso, sabe cuándo van a llegar los discursos emotivos e intuye los pasajes de relación en torno a la familia o a los amigos. El largometraje de Destin Cretton no se escapa de dicho lastre y añade en su contra una duración excesiva y un ritmo irregular que provocan demasiados instantes de aburrimiento.
Con lo que sí cuenta Cuestión de justicia es con un discurso claro marcado por un matiz interesante: no es solo cuestión de justicia para los inocentes acusados sin pruebas; no se trata solo de buscar errores de procedimiento o dar por hecho que todos los presos están libres de culpas. Lo que pretenden Bryan Stevenson y su equipo es trabajar para hacer realidad la idea, manida pero a veces olvidada, de que todas las personas, incluso los culpables, tienen derecho a un juicio justo. Consideran que todos los sospechosos o detenidos, por su propia dignidad de personas, tienen derecho a ser escuchados y que se atiendan sus actos y circunstancias, sin tener que depender del dinero o de una raza concreta.
Esta idea, junto a un par de secundarios impresionantes (Tim Blake Nelson y Rob Morgan) y el detalle irónico del museo de Matar a un ruiseñor, hacen que Cuestión de justicia se deje ver, a pesar de su desigual desarrollo.
Firma: Esther Rodríguez
Byan Stevenson, un abogado recién licenciado en Harvard se muda a Alabama para dedicar su carrera a ayudar a los presos que, por raza o pobreza, no habían sido defendidos justamente.
Allí se encontrará el caso de Walter MacMillan, quien en 1987 fue condenado a muerte por el asesinato de una joven blanca de su pueblo ya que las pruebas que demostraban su inocencia no fueron tenidas en cuenta.
Los sucesos ocurrieron realmente en un condado de Alabama.