Cuerpo abierto

Es una película para un público muy concreto: el que tenga interés por la brujería de principios del siglo pasado, pues es un film extraño de inicio a fin. El guion no está bien entrelazado y deja muchos vacíos a la interpretación del espectador, sin saber exactamente lo que trasmite Ángeles Huerta a través del largometraje, si es que nos quiere decir algo.

En cuanto a los personajes no se sabe bien quiénes son, salvo Dorinda. Hay un espíritu libre que está en busca de un cuerpo que le permita seguir con su existencia. En esta búsqueda, va cambiando de corporeidad. Entonces es el público el que ha de ir intuyendo si el personaje es él mismo o el espíritu. Además, no tiene reparo en si el cuerpo es masculino o femenino, hecho que provoca ciertas contrariedades y escenas desagradables.

Por otro lado, aunque el terror pretende ser psicológico, no llega a crear miedo sino más bien desconcierto y perplejidad. Quizá cabe destacar que, a medida que la oscuridad se apodera del alma de Miguel, la película también se va oscureciendo y el único aporte de luz son las velas y las antorchas, facilitando así entrar en el sufrimiento del maestro.

Firma: Rosa María Aguilar