Black box se presenta como un film original aunque la trama no es novedosa. El guion es impecable, las interpretaciones verosímiles y la dirección logra la atención del público durante todo el metraje.
No son ni remotamente nuevas las películas sobre indagaciones de cualquier tipo que van destapando diferentes variantes de conspiraciones políticas, empresariales, financieras o simplemente familiares en busca de una herencia. Y, sin embargo, ante Black Box se tiene en todo momento una constante sensación de estar frente a algo original o, al menos, oportunamente recuperado.
El protagonista, Mathieu, en la piel del joven pero ya experimentado actor francés Pierre Niney, sostiene todo el relato con una postura verosímil y atractiva, mezclando la seriedad propia de un profesional excepcional y la fragilidad de quien sabe que no tiene todas las respuestas y que no se deja llevar por la soberbia pedante y salvapatrias que suele caracterizar a otros investigadores del género.
Su trabajo, meticuloso hasta el escrúpulo, arrastra la atención de un espectador incapaz de apartar la vista de sus puntillosos movimientos con el teclado o los auriculares, haciendo imposible perder el interés o salirse de la narración. Este modus operandi de Mathieu es, a su vez, un reflejo del trabajo realizado por su director Yann Gozlan. Gozlan pilota este libreto impecable con tintes de documental y, al mismo tiempo, cargado con una tensión latente y tenue que deja salir con una muy medida temporalización.
El tema en sí ya resulta atractivo, pues pocas veces (que yo sepa) se ha tratado este asunto de la exploración aeronáutica con tanto detalle y, sospecho, que rigor. Aunque no se ha basado en ningún hecho real concreto, las distintas incidencias con las que se encuentran sí que son experiencias ocurridas y, sea como fuere, el equipo de guionistas consigue que todo adquiera una veracidad real.
Niney domina constantemente la pantalla y, a su lado, se desdibujan un poco el resto de personajes, que, por otro lado, ocupan el lugar preciso que les corresponde. Curioso también el juego de Noemí, su ambiciosa mujer: tal como manda la tendencia actual, su relación es afectiva pero fría, con sus carreras profesionales antepuestas a las necesidades familiares. Sin embargo, es también una interesante baza del guion, ya que va haciéndose también un hueco, en lo profesional y en lo emocional que contribuye sutilmente a la conclusión eficaz del proyecto.
Por otro lado, contar con el veterano André Dussollier, en un papel discreto, alejado de las potentes fantasías surrealistas de Alain Resnais, es siempre un buen aliciente para ir al cine.
Firma: Esther Rodríguez
Un avión que realizaba el trayecto Dubai-París se estrella en los Alpes causando la muerte de sus 300 pasajeros y de la tripulación. Mathieu, un joven experto en análisis acústico que trabaja para la agencia que investiga el accidente, se enfrenta a demasiados obstáculos e informaciones falsas como para pensar que no fue realmente un desgraciado hecho fortuito.