Aunque la premisa de la película es sugerente (y a la cual saben dotar de comicidad y excentricidad), el tema se agota rápidamente y deriva de manera progresiva hacia una temática más seria, como es la aceptación de nuevos modelos de familia.
El director Massimiliano Bruno se vale de la inercia que desprenden sus dos protagonistas –que ya formaron un brillante tándem en Si Dios quiere, Alessandro Gassman (Filippo) y Marco Giallini (Ernesto)– y de su desenfrenada verborrea (en el buen sentido de la expresión) para brindar Bendita ignorancia. La película tiene como punto de partida un debate de pleno siglo XXI: el mundo analógico frente al digital.
El relato no tarda en hacer estallar la confrontación entre los dos puntos de vista en plena clase de un instituto, donde Filippo y Ernesto son profesores. Bruno se vale de escenas ocurrentes y ágiles para que sus dos protagonistas se luzcan. La química que existe entre ambos (además, escucharla en italiano original le aporta dinamismo) la hace a ratos bastante divertida. El extrovertido, seductor, alegre y liberal, enganchado a las redes sociales versus el educado, erudito y cascarrabias, que desprecia las nuevas tecnologías en todas sus formas.
Aunque la premisa del film es sugerente (y a la cual saben dotar de comicidad y excentricidad), el tema se agota rápidamente y deriva de manera progresiva hacia una temática más seria, como lo es la aceptación de nuevos modelos de familia. La irrupción de Marianna (Carolina Crescentini), una aspirante a documentalista, que resulta ser la hija del antiguo amor que compartieron Ernesto y Filippo, hace que el argumento se encamine hacia el mensaje “familiar” y conciliador –que rompe con el ritmo trepidante con el que empieza la historia– y resta fuerza a sus protagonistas.
El esperanzador inicio se queda a medio camino, trabado en varias subtramas (una hija que “es de ambos”, el pasado en el que estuvieron enamorados de la misma mujer, el amorío de Ernesto con una profesora…) que encaran el producto hacia un plano más dramático que no deja un buen sabor de boca.
Bendita ignorancia es una película que va a gustar mucho a los amantes de la comedia italiana. A los demás, les hará pasar un buen rato, les hará reír con algunos buenos “gags” pero con la sensación de que podría haber dado mucho más de sí.
Firma: Oriol de Ribot
Dos profesores de instituto, amigos y enemigos, se plantean la utilidad real de las redes sociales: ¿de verdad es comunicación o no son más que una manera de compartir banalidades?
Ambos tienen opiniones distintas: el primero está totalmente integrado en la modernidad, mientras que el segundo es un hombre calzado a la antigua y adalid de la “vieja escuela”. Un día los dos profesores llegarán a intercambiarse sus vidas en un intento de apoyar las propias tesis.