Beach house

Lo que comienza como una aparente crítica al turismo de borrachera y a las peligrosas prácticas derivadas de él acaba deviniendo en un simplón y superficial thriller que se regodea en la desgracia y en los estereotipos. Así pues, Beach house se puede dividir en dos partes diferenciadas. En una primera, se hace el retrato de una desagradable realidad en Magaluf, bañada de alcohol y vómitos a mansalva. En una segunda, el film deriva hacia un supuesto suspense donde las malas decisiones de los protagonistas se ven correspondidas.

Por un lado, uno como espectador se cuestiona las decisiones que toman los tres amigos, las líneas rojas que cruzan en torno, por ejemplo, al consentimiento o el intento de redención de alguno de ellos. Por otro lado, es inevitable poner en entredicho su supuesta amistad, donde cada cual actúa de forma egoísta y se dejan llevar por los propios placeres.

Más allá de esto, la intrascendente historia sucumbe a una serie de desdichas y a una endeble moralina. Aunque las actuaciones entregadas intentan servir como muros de contención frente al despropósito narrativo, poco pueden hacer.

Al final, el espectador termina navegando entre el asco, la incomodidad y el aburrimiento en este desafortunado thriller. Y a pesar de que Beach house se intenta también vender como una comedia con toques de humor negro, es más un drama sin descanso que avanza hacia un final insatisfactorio en muchos sentidos.

Firma: Yoel González