Gran película de Woody Allen (esta vez sólo detrás de la cámara), en la línea crítico-satírica de su también magistral Misterioso asesinato en Manhattan. Autor asimismo del guion y co-productor independiente (ha constituido con su hermana y un amigo de la infancia una compañía, la Sweetland Films, el famoso cómico norteamericano abandona aquí la temática habitual –ese retrato de los intelectuales judíos de la gran manzana– para ofrecer una aguda comedia acerca del mundo del espectáculo, que recuerda con creces a aquel espléndido homenaje que interpretó junto a Mia Farrow y tituló Broadway Danny Ros (1984), entonces en blanco y negro. La creación de tipos –todos caricaturizan el mundillo del Teatro y de la Mafia estadounidense–, la evocación de ambientes y el reflejo de las mentalidades de una época resultan extraordinarios. De ahí que la Academia de Hollywood parezca haber hecho las paces con el genial Allen, al concederle nada menos que siete nominaciones a los Oscar, galardón que ya ganó en 1977 con Annie Hall –que interpretó Diane Keaton, ahora recuperada– y se negó a recoger. Ante todo, Bullets over Broadway es un film especialmente dirigido a cinéfilos e intelectuales, pues serán estos espectadores quienes más valoren y disfruten con los guiños y ocurrentes gags de Woody Allen.
Como ha escrito un crítico –rememorando sus Recuerdos (1980), donde ya afirmaba que “los intelectuales son como la Mafia; sólo matan a los suyos”–, en este ingenioso relato concurren bandas de gángsters e intelectuales presuntuosos, los cuales –añade el referido colega, Lluís Bonet Mojica–, “disparan contra los suyos, con balas de verdad o mediante cínica y pedante palabrería”. Juicio que sintetiza muy bien la voluntad de expresión del autor. Además, Allen brinda una inteligente reflexión sobre la creación artística y sus dilemas morales, conviniendo que los artistas nacen y no se hacen, y que algunos tienen que venderse…, a la vez que comprende –tal como manifestó en París, con motivo de la presentación de la película– que “metafóricamente” se pueda llegar a asesinar a alguien por preservar la obra.
Todo ello es expresado con un humor tan corrosivo como desenfadado y evitando las fáciles concesiones y sin caer en la misma pedantería que denuncia; pues su divertida fábula parece fusionar a clásicos como Cyrano y Pygmalion. En este sentido, también manifestaría: “He sido víctima de mi propio personaje. Ya no quiero que se piense que soy un recluido, que vivo en una torre de marfil entregado a mis bajas pasiones, ni que tampoco me asusta lo que se pueda decir de mí. Siento que se apartan los niños cuando pasan por mi lado, y ni me atrevo a mirarlos. Algún día rodadré una comedia sobre mi ruptura con Mia Farrow”. Por eso, pienso que estas simpáticas Balas sobre Broadway reconciliarán al gran público mundial con Woody Allen y le confirmarán entre sus muchos seguidores, primordialmente europeos.
Firma: Josep Maria Caparrós
Nueva York, años 20. Un joven y “comprometido” dramaturgo, acompañado por su novia, llega de Pittsburgh con ánimo de triunfar en Broadway. Allí, a falta de contratos y escenarios libres, un veterano empresario le propone estrenar bajo el mecenazgo de un gángster, quien sólo le pedirá a cambio un papel estelar para su “chica”. Pero el inexperto autor se encontrará atrapado por las demandas de las ajenas “estrellas” que selecciona –también amatorias– y las matanzas de la banda del mafioso, así como ayudado por las ideas “normales” de un guardaespaldas, que reescribirá en secreto su pretenciosa pieza teatral.
