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Juanma Bajo Ulloa se adentra en un territorio bizarro, que maneja elementos entre lo onírico, la pesadilla y el asco.

En los mejores momentos, su propuesta parece inspirarse en la tradición de La noche del cazador y recoge el tono de obras suyas como La madre muerta o Alas de mariposa. En los peores, la atmósfera roza la de relatos sórdidos, donde lo deforme y extraño se mezcla con la violencia y las relaciones de sometimiento.

En este dibujo preciosista de lo oscuro, el director apuesta por atemperar los extremos grotescos y las múltiples incongruencias narrativas (gran parte de los numerosos devaneos de la protagonistas escondida en la casa flojean en verosimilitud) con una sobria ausencia de diálogo. Eso sí, la película juega con el sonido para completar el clima de la escena.

En su conjunto, si el film tuviera menos metraje resultaría menos desajustado y problemático en los encajes que intenta hacer el guion. Mientras, el espectador debe comerse muñecas a trozos, insectos simbólicos y risas estridentes a destiempo.

Firma: Lourdes Domingo