Una película con aires de renovación que tan solo se queda en lo visualmente provocativo y en lo superficial, sin indagar más allá ni desarrollar sus sugerentes enunciados iniciales.
Inspirada en su cortometraje Contadores, Irati Gorostidi estrena su ópera prima: Aro berria. El título se traduce como “nueva era”, algo que apela a ese espíritu de renovación y búsqueda de un cambio. Esto resulta cuanto menos curioso cuando argumentalmente esa parte de “modernización” es, sin embargo, aquella en la que la película comienza a perder el rumbo.
Ambientada en una época de apertura democrática, en una fábrica de contadores de agua en el País Vasco, el inicio de la propuesta se desarrolla completamente dentro de esos márgenes. Entre el descontento y el inconformismo de un grupo de trabajadores, Irati plantea sugerentes escenas performativas y unos diálogos mejor trabajados que exponen la importancia de la lucha social, mientras siembran las expectativas que están por venir.
Estas caen en saco roto una vez la historia da un vuelco y acompaña al internamiento de los personajes en una comunidad alternativa en las montañas, al margen de la sociedad y con la búsqueda de un sistema, unas estructuras y unas dinámicas distintas para subsistir. No obstante, ese cambio sucumbe a la repetición, tanto de diálogos que se enquistan en meros enunciados como de secuencias donde los individuos se lanzan a experiencias catárticas y de trances. Asimismo, estas van derivando, a medida que se insiste en ellas, en niveles que rozan lo pornográfico; todo esto mientras que los firmes discursos del arranque se acaban diluyendo en la nada.
A pesar de que en los créditos finales se intenta justificar al espectador la veracidad de los hechos mostrados, el principal problema es que el filme se agota en lo meramente expositivo y se queda sin argumentos en los que seguir indagando más allá. El desconcierto y la incomodidad se buscan en lo visual sin atender a lo reflexivo, por lo que Aro berria se acaba quedando hueca. Esto provoca que, pese a un no muy extenso metraje, se haga más larga de lo debido.
Firma: Yoel González
Donostia, 1978. Decepcionados por la imposibilidad de hacer prosperar una huelga, un grupo de trabajadores de una fábrica de contadores de agua buscan nuevos caminos para lograr esa transformación social que tanto desean. Así pues, abandonan la factoría e ingresan en una comuna aislada donde varios jóvenes acometen juntos su búsqueda de cambio a través de experiencias catárticas.