Animales fantásticos: los crímenes de Grindelwald

David Yates se rodea de estrellas en esta segunda entrega –hay anunciados tres títulos más, hasta un total de cinco– de la saga de Animales fantásticos del universo Potter creado por J.K. Rowling. Y lo cierto es, que con tal elenco de actores y medios, la película cumple con las expectativas.

Una explicación breve para los “muggles”: los hechos de Animales fantásticos cuentan las andanzas de Newt Scamander, especialista en criaturas maravillosas y el único que las conoce y es capaz de utilizarlas para luchar contra el mal. Estamos en los años finales de la década de los 30, unos 40 años antes del nacimiento de Harry Potter.

Es posible que los fanáticos del mago inglés se tiren de los pelos con esta nueva secuela, pues para los que se conocen el entorno Potter como la palma de su mano, la cronología, algunos personajes y otros detalles “súper importantes” no cuadran con las novelas que escribió Rowling. A Yates le acusarán como a Peter Jackson, quien de un libro de apenas 150 páginas consiguió más de siete horas de metraje. Aquí tendremos más de diez, con un original que no llega a los 100 folios.

Sin embargo, si nos olvidamos de purismos, nos encontramos un film de aventuras espectacular, lleno de efectos maravillosos y con unos personajes muy bien dibujados que encajan en esa forja del héroe que recorre su camino luchando contra el mal, en busca de la verdad.

Si algo se le puede achacar a Yates es que el guión –o quizá el montaje– tiene algunos giros poco explicados y saltos de una escena a otra con transiciones poco cuidadas. No obstante, en contrapartida, la trama consigue enlazar de manera magistral el universo de los magos con la historia del siglo XX y con los populismos que desembocaron en la Segunda Guerra Mundial. Habrá que esperar a ver qué nos depara la saga.

En resumen, una excelente película llena de aventuras y de héroes, que puede incomodar a los “potterianos” más puristas, pero que disfrutarán los amantes del cine de magia y fantasía.

Firma: Llorenç Ramis