Amor a segunda vista

Hugo Gélin da un paso más al frente dentro de la comedia-dramática francesa. Tras el buen pulso que tuvo con Mañana empieza todo, adaptación de una película mexicana, ahora da vida a una historia original que no esconde sus filiaciones con la comedia romántico-fantástica anglosajona.

En Amor a segunda vista hay un poco o mucho de Richard Curtis y de otros famosos largometrajes (desde ¡Qué bello es vivir! a Atrapado en el tiempo) que han jugado con el cronos para crear escenarios imposibles como pruebas morales para los protagonistas.

Lo cierto es que, a pesar de que conocemos todos los tópicos que maneja, Gélin logra crear el clima necesario para hacer interesante su propuesta: la reconquista con sus confusiones y equívocos y golpes de humor; hacer visible las dramáticas consecuencias del individualismo; e incluso deja espacio para las renovadas percepciones sobre el rol profesional de la mujer.

En todo este terreno, como es habitual en relatos de este calibre, la escenografía e iluminación complacientes tienen mucho papel, así como la energía de la pareja que lidera el reparto.

Además de todo lo anterior, y sin olvidar que no hay muchas más pretensiones que las comentadas, Hugo Gélin logra matizar la clásica relación entre protagonista y su amigo, secundario en el film. Con esto, cierra un conjunto de aciertos que permiten a Amor a segunda vista sobresalir por encima la media de tramas similares.

Firma: Lourdes Domingo