Adiós, señor Haffmann

Adiós, señor Haffmann es, sin duda, un filme realmente interesante y es que, a pesar de estar ambientado en una época explotada en muchas producciones, decide dar una vuelta de tuerca e introducir un toque de modernidad. Ese toque se manifiesta en la indagación     sobre     temas de denuncia social especialmente relevantes en el cine de hoy en día.

Aunque esta cinta parezca una crónica de supervivencia en las sombras de un civil judío en un París ocupado, en el fondo, también es la historia de los únicos individuos con los que se ve obligado a interactuar y las circunstancias que los hacen evolucionar; para bien o para mal.

Tras una impecable y breve introducción que resume el aparente conflicto principal, las expectativas respecto al resto del relato quedaban bastante altas. En este sentido, el largometraje se disfruta gracias a las maravillosas actuaciones de la afamada tríada de actores principales. No obstante, su larga duración y los escasos momentos de clímax pueden llegar a aburrir al auditorio. Por ejemplo, el constante intento de condensar el tiempo a través del montaje, para dinamizar la acción, a la larga se vuelve un poco monótono. No se entiende si el director pretende dar unos sustos imprevisibles al público para reírse de él o simplemente ha fallado en su objetivo de crear expectativas y tensión.

Aun así, el impacto emocional al utilizar planos de larga duración a través del mismo montaje, aunque desigual, es casi desbordante debido al despliegue de emociones derrotistas de los personajes. En adición, la mayoría de esos planos se registran con cámara en mano, técnica que ayuda al espectador a sentirse partícipe en el relato. No solo se le permite conocer lo que siente cada individuo, sino que también puede ver a través de sus ojos.

Con una excelente fotografía de colores mayormente fríos y una ambientación decadente, la sensación de inmersión en su mundo es simplemente brillante. Y es que hay momentos en los que el guion consigue dejar una impresión profunda por medio de situaciones tan desagradables  y de máxima ansiedad como la detención de gente inocente o una violación.

Por último, cabe decir que la audiencia es sorprendida con una característica muy peculiar de la cinta: la importancia de los tres personajes es voluble según la trama avanza. El inicio remarca la existencia de dos historias diferentes que confluyen de vez en cuando: la del matrimonio y la del joyero judío. Sin embargo, llega un momento en el que la unión pierde toda su fuerza y surge un nuevo punto de vista que refleja la estrecha relación que Blanche comparte con Haffmann. Así, se entreteje un metraje que explora temas como la moral y la subyugación mientras que, poco a poco, se tiñe de un potente mensaje feminista muy en sintonía con la época actual.

En conclusión, Adiós, señor Haffmann es una obra que va mucho más allá de un testimonio sobre segregación, con un enfoque muy distinto del que se suele encontrar en esta clase de película y que, aun con su falta de consistencia dramática, merece la pena dedicar tiempo de ocio para visualizar. 

Firma: Ariadna Fernández