A la vuelta de la esquina

Extraída del breve relato de Clemens Meyer, In the Aisles, el director ha logrado estirar esta historia para plasmarla en una cinta de más de dos horas de duración. Por ello, el ritmo es muy lento y la película nunca acaba de arrancar.

Los protagonistas son personas frustradas que tratan de recomponer sus vidas. Se pueden entrever crisis existenciales y el largometraje capta de manera impoluta la rutina de sus trabajos. Lo más interesante de la narración son las relaciones entre ellos, especialmente la amistad entre Christian y Bruno, su encargado. El encandilamiento que Marion ha causado en Christian no llega a ningún lado debido a que ella está casada, lo que ralentiza aún más la crónica.

Debido a que la trama no da más de sí, la atención de Thomas Stuber, director del film, recae en los detalles de imagen y sonido. El supermercado se convierte en un microcosmos donde se desarrollan los minimalistas sucesos que viven los empleados. Los diferentes planos transforman la cotidianidad del espacio en una adecuada ambientación.

Puede decirse que lo mejor que tiene el largometraje es la banda sonora. Desde la música clásica, que el superior reproduce en la megafonía del almacén, hasta los ruidos de botellas al trasladar las cajas, el sonido va revelando ciertos detalles de manera elegante y discreta. Eso mismo será lo que otorgue el toque diferente a un final que no acaba de resolver ningún conflicto.

Personajes rotos y acontecimientos muy simples ocasionan que A la vuelta de la esquina resulte pesada a causa de su larga duración. Ni la impecable banda sonora ni la gran interpretación de Franz Rowoski consiguen compensar el ritmo plomizo, aunque sí aligeran un poco el visionado.

Firma: Patricia Amat