¡A ganar!

¡A ganar!, entre otros aspectos que vamos a comentar, tiene el honor de ser la primera gran producción cinematográfica que se centra en el mundo del voleibol, deporte muy practicado pero ausente, hasta ahora, en las pantallas. Solo por este detalle, ya es una película digna de tener en cuenta.

La riqueza del trabajo, sin embargo, proviene de la historia que nos narra. Basada en un hecho real y reciente del equipo de un instituto de Iowa, lo que comienza como un film de adolescentes, con amenaza de estancarse en lo superficial y sensiblero, se va convirtiendo paulatinamente en un válido y edificante documento sobre la superación, el coraje, el compañerismo y otros tantos valores que a veces, erróneamente, no asociamos a los jóvenes de hoy.

La fuerza del relato reside en la de sus personajes, de modo que conforme los vamos conociendo se van haciendo más cercanos y reales, facilitando la empatía e introduciendo al espectador en medio de su drama. Por otra parte, la sinceridad con la que los encarnan los veteranos Helen Hunt o William Hurt y las jóvenes Danika Yarosh o Erin Moriarty coopera eficazmente a conseguir esta convicción.

Sean McNamara, su director, quien ya trabajase un tema similar en Soul surfer, acierta apostando por una narración académica, dejando que sea la propia historia quien tire de la trama. Sí que es cierto que abusa de los diálogos en escenas en las que visualmente no eran necesarios y, en el caso de los de adolescentes, pueden resultar cargantes (lo que no deja de ser, por otra parte, una prueba de realismo).

Esta asepsia de McNamara, que conduce el guion como si él fuese tan solo un habitante más de Iowa City, permite una creciente emoción final cargada de verismo. Los últimos encuentros deportivos, el Sweet Caroline coreado por todo un estadio y las escenas finales en las que se mezclan imágenes del film con las de los personales reales, resultan impactantes y convincentes: una suerte de colofón que confirma que, a pesar de las limitaciones que pueda tener la película, el Live Like Line no va de deporte, va de eso, de la vida. Y merece la pena.

Firma: Esther Rodríguez