El trío formado por Stan, Reinsve y Pearson catapulta esta comedia negra en la que Aaron Schimberg medita sobre la relación entre físico e identidad y establece la metaficción como espacio catártico.
Ambientada en una Nueva York contemporánea, A different man presenta un mundo conformado como si la sátira de las primeras películas de Woody Allen se diera de la mano con un delirio pesadillesco. La película es, de todas maneras, algo más cercano a la comedia negra que al terror o al puro thriller.
Aaron Schimberg construye una historia en la que configura la metaficción como un espacio de confrontación entre sus personajes y el físico como elemento ligado a nuestra identidad. El principal tema se centra en la existencia de esos cánones sociales de belleza que pueden llevar a perder el sano juicio de los individuos y desmontar su identidad, haciéndoles creer que ese físico aspiracional es lo único que la fundamenta.
Esta reflexión en torno a los estándares estéticos no es algo nuevo e incluso este pasado año se contempló algo similar en La sustancia, si bien aquí Schimberg lo hace desde una incomodidad distinta al film de Fargeat y, también, desde el incierto. Lo impredecible impregna el guion desde el comienzo y va guiando la trama por giros satisfactorios, aunque se acaba viendo empujado a un final desconcertante y deshinchado.
El estado de constante imprevisibilidad se compone tanto por escenas no aptas para aprensivos, como por una banda sonora que enfatiza ese estado intranquilo y un trío interpretativo que brilla por sendos papeles y se nutre con la interacción con los demás. A través de cada uno de ellos, se consigue además profundizar en asuntos colaterales al tema central del largometraje: los riesgos de la idealización, el rechazo, la imposibilidad de abandonar al completo quienes hemos sido, o esa mirada social que juzga en paralelo a ese buenismo teñido de ignorancia.
En definitiva, A different man es una película que, como su mismo título indica, es distinta a otras producciones en cartelera y que, pese a no ser para todos los públicos, abre un espacio de meditación desde lugares peculiares.
Firma: Yoel González
Edward es un aspirante a actor que decide someterse a un tratamiento para refigurar su rostro. De repente, ese cambio físico parece renovar toda su vida y decide adoptar una nueva identidad: la de Guy. Sin embargo, cuando su antigua vecina, una dramaturga off-Broadway, se vuelve a cruzar en su vida con una obra basada en su anterior persona, todo comienza a ponerse patas arriba.