El guion de Marie Vien invita a emprender un viaje a un país asiático para seguir a la protagonista en busca de paz interior. Se desarrolla con lentitud a través de hipnóticos paisajes exóticos y llamativos.
Acudir al cine a ver 14 días, 12 noches es emprender un auténtico y exquisito viaje. Sus imágenes nos trasladan a los bellos, exóticos y espectaculares paisajes del país asiático, tantas veces relacionado involuntariamente solo con su sangrienta guerra. El interés, sin embargo, está más en que acompañamos a su figura principal, Isabelle, en su camino a través del dolor en busca de una paz interior que devuelva la normalidad a su vida.
El periplo se enriquece aún más cuando sus pasos, tanto los físicos como los interiores, se entrecruzan con los otros protagonistas de la vida de su hija Clara, a quienes encontrará entre las abarrotadas calles de Hanoi o en la tranquila soledad del campo vietnamita.
Viajaremos también entre el presente y el pasado, con las diversas circunstancias sociales y personales que envuelven cada acontecimiento. Y dejaremos que las aguas, en unas metáforas visuales de gran eficacia y belleza, nos lleven de las heladas y agresivas olas de Canadá a los remansos de los lagos orientales.
En este itinerario de profunda humanidad está la grandeza de este largometraje, pero también su debilidad. Si bien los meandros de su guion están justificados y al servicio de un relato intimista, cae demasiadas veces extasiado ante la hipnotizante hermosura de la naturaleza, de manera que flaquea el ritmo de la narración, rayando el documental etnográfico o la publicidad de agencia de viajes.
El pulso a favor del film se gana gracias, fundamentalmente, a la realista descripción de todos los personajes y a la verosimilitud con la que se presentan sus aspiraciones, decisiones o sentimientos. En esta línea, Isabelle –encarnada por una soberbia Anne Dorval que realiza un enorme trabajo interpretativo repleto de matices y profundamente interiorizado– carga sobre sí el peso de toda la historia.
Su realizador, Jean-Philippe Duval, se inspiró en la adopción de su propia hija para sacar adelante este proyecto. Su lazo personal con el punto de partida quizá sea lo que dota a esta película de su encanto y su calado, a pesar de la lentitud de su desarrollo y lo minimalista de la acción.
Firma: Esther Rodríguez
Isabelle, una mujer canadiense de mediana edad, emprende un viaje a Vietnam. Hace menos de veinte años también estuvo allí con su marido para adoptar a su hija Clara, que falleció en accidente hace un año. Con esta nueva visita intentará acercarse de algún modo a su hija y poder ir superando la pérdida.