Con los riesgos y las certezas que una situación como la de Cuba provoca, Ernesto Daranas elabora un documento que muestra la verdad y la belleza del ser humano en circunstancias y estructuras muy adversas. Daranas capta el sentido auténtico de la libertad, en unas coordenadas en las que el determinismo parece ser lo único real. Y ese sentido auténtico lo encuentra en la conciencia de sus personajes y en la educación, como expresión brillante y privilegiada de esa libertad y conciencia.
Finalista en los Goya de este año, a mejor película latinoamericana, Conducta está destacando en numerosos festivales. De carisma profundamente cubano y a pesar de algunas precariedades del sonido y la dicción, el film conecta con espectadores de todo el mundo por el carácter universal que aportan los niños y por la natural humanidad que rezuman todos los personajes, paredes y calles incluidas.
El director cubano, Premio Internacional de Periodismo Rey de España en 2004, articula un naturalismo que, sin esconder ni maquillar nada, se convierte en lirismo en diversos momentos; ya desde la secuencia de apertura con las palomas que regresan para que Chala las encierre de nuevo. Con ese verismo, Conducta va desvelando los miedos personales y colectivos (frutos de macroestructuras del régimen) que pasan, lamentablemente, por delante de lo que es bueno para los alumnos como personas.
En este sentido, Carmela resume algunas de las claves del film cuando dice que los pilares para la educación de cada niño son la casa, la escuela, el rigor y el afecto. Así, de este modo, saltando por cada uno de ellos, este relato emociona y hace vibrar al espectador con los pilares de esa pedagogía, que pasan por la comprensión pero también por lo que puede significar un simple abanico o una estampa de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre.
Por otra parte, la iluminación se mantiene en la línea de la sencillez y coherente con la primacía del rostro. Sin embargo, tampoco abandona esas arquitecturas urbanas, desgarradas, que interpelan aunque sea solo como contexto del drama íntimo.
En definitiva, Conducta es un sabio momento de cine cercano, modesto y, por suerte, sin discursos teóricos ni moralizantes, y además apto para paladares diversos y no sólo militantes del sector escolar.
Firma: Lourdes Domingo
Chala tiene once años, vive solo con su madre drogadicta y entrena perros de pelea para buscar un sustento económico. Este mundo de brutalidad y violencia a veces sale a relucir en la escuela.
Carmela es su maestra de sexto grado, por la que el muchacho siente cariño y respeto; pero cuando ella enferma y se ve obligada a abandonar el aula durante varios meses, una nueva profesora, incapaz de manejar el carácter de Chala, lo traslada a una escuela de conducta. Al regresar, Carmela se opone a esta medida y a otras transformaciones ocurridas en su clase. La relación entre la veterana maestra y el niño se hace cada vez más fuerte, pero este compromiso pondrá en riesgo la permanencia de ambos en la escuela.
