Como agua para chocolate

Brillante puesta en imágenes del homónimo best-seller de Laura Esquivel (novela feminista traducida a una veintena de idiomas), que está batiendo récords en las taquillas mundiales: desde Estados Unidos hasta España, pasando por Alemania y Japón. Llevado a la pantalla por el director mexicano Alfonso Arau -marido de la escritora-, su estilo narrativo es deudor de la obra literaria -prólogo y epílogo incluidos-, y se apoya en el gusto estético de la evocación de un período histórico conflictivo, así como en la interpretación y creación de tipos, basado en algunas vivencias familiares de la propia autora.

La primera sorprendida del éxito de la novela y del film es la misma Laura Esquivel, quien define así su obra: “Esta novela habla de un contacto con la tierra, de un mundo mágico. Apela a una visión femenina del mundo, y le da un nuevo valor a espacios que habían sido devaluados en este mundo de materialismo, desarrollo económico y producción. Ahora vivimos -afirma- la crisis a la que está llevando el progreso, y obras como la mía ayudan a restablecer valores”.

Sin embargo, no resulta nada claro que esta película restablezca valores; es más, critica un pasado injusto, lleno de hipocresías, pero promulga un futuro donde sólo los sentimientos y las pasiones dominan las relaciones interpersonales. Ingeniosa a veces, irónica otras, su exhibicionista y complaciente erotismo de lujo y el tono romántico- utopista del relato (con la muerte y suicidio final) hacen que Como agua para chocolate apenas presente una alternativa realista y positiva para el espectador de hoy; pues -como dice la referida autora- “es toda ella ficción”. ¿De dónde, por tanto, este gran éxito comercial? De cierta originalidad y belleza formales -en el texto y el film-, al tiempo que del aire feminista y amoral, “epatante” o anti-convencional que envuelve a esta historia de amores y desamores ambientada en el México de la Revolución.

Firma: Redacción