Que quede constancia desde un principio que las tres estrellas que este crítico le ha puesto a Centro histórico son el resultado de una especie de cálculo aritmético entre los cuatro cortometrajes que lo componen. Debido a la variedad de estilos, duración y temática es difícil encontrar el hilo conductor o un mínimo de coherencia entre los diferentes relatos, por lo que es imposible analizarla en su conjunto (y si se hiciera, apenas obtendría un aprobado muy ajustado).
Lamentablemente da la impresión de que los cuatro realizadores han aprovechado la oportunidad que les brindaban los organizadores del evento cultural de Guimarães para “colocar” (por decirlo de alguna manera) sus proyectos o realizar algún experimento, como el segmento Dulce Exorcismo de Pedro Costa, interesante como ejercicio pero totalmente fuera de lo que se supone que pretende la película.
Sin embargo, el film no puede empezar mejor, y es el recuerdo de ese primer corto, el de Kaurismäki, el que consigue que Centro Histórico apruebe finalmente con buena nota. En apenas un cuarto de hora el director finés retrata con fuerza y sobriedad la soledad de una pequeña tasca y de su tabernero (O Tasqueiro, se titula el corto) en una de las estrechas y antiguas calles de la ciudad. Sin una palabra, con una planificación sencilla y la ambientación de los fados que impregnan de melancolía al espectador, este cortometraje es un precioso retazo de la vida en Portugal (y de la naturaleza humana, que es universal y por eso un gran artista es capaz de captarla en Portugal, en Finlandia o donde sea) y una pequeña obra maestra de este interesante director.
Tampoco está mal la contribución de Víctor Erice. Mediante entrevistas (con una actuación no siempre sincera) y basándose en una vieja y enorme fotografía del comedor de la fábrica, Erice repasa las pequeñas historias de los trabajadores que, a lo largo de casi dos siglos, manejaron su maquinaria. El dominio de los tiempos, de la luz y de los planos nos muestran una vez más la sobria veteranía del director español.
Y ciertamente resulta simpático el breve relato de Manoel de Oliveira que, a sus 105 años, aún tiene tiempo y ganas para trabajar y presentarnos al fundador de Portugal en un luminoso corto con el que termina Centro histórico, sin sacarnos del desconcierto acerca de la pretensión de este proyecto cinematográfico.
Firma: Esther Rodríguez
Cuatro veteranos cineastas escriben y dirigen sendos cortometrajes con ocasión de la designación de Guimarães como Capital Europea de la Cultura de 2012. Una pequeña y solitaria tasca, un ascensor con recuerdos de la revolución de los claveles, las ruinas de la fábrica más grande de tejidos de Europa y la plaza más emblemática de la ciudad lusa, son los escenarios que estos realizadores han elegido para que diferentes tipos humanos nos muestren la vida en dicho antiguo enclave portugués.
